La inseguridad hace que mucha gente se prepare a conciencia para disimular la torpeza, pero el torpe que se asume seguro improvisa y cae con facilidad en el ridículo. Eso le pasa al presidente Iván Duque. Si quería, a partir de la pasada visita de Mike Pompeo, Secretario de Estado de los Estados Unidos a Colombia, hacerle un guiño histórico a los Estados Unidos en clave de Independencia, quizá debió decirle a quien le arma los discursos que le hiciera unas notas para destacar la importancia política y doctrinaria que tuvo el modelo de las Trece Colonias norteamericanas en la construcción del pensamiento federal en Colombia. 

Las investigaciones históricas nos han enseñado que a partir de la crisis política y de representación peninsular de 1808 se desmembró el Virreinato de la Nueva Granada y surgieron estados autónomos prácticamente de cada una de las provincias que conformaban estos territorios. Es más, hubiera quedado muy a tono, puesto que estaba en Cartagena de Indias, uno de los espacios que defendió con mayor claridad la federación a través del periódico El Argos Americano que circuló en la ciudad entre 1810 y 1812. Se sabe que El Argos reproducía artículos políticos tomados de periódicos de Filadelfia, Boston y Norfolk, y que desde su primer número vio en la implementación de un sistema federal en los Estados Unidos uno de los referentes a seguir.

Pero no, no pensó en eso porque quizá resaltar la federación era una forma de hacerle contrapropaganda histórica a la idea de nación ordenada, grande y unida de su mentor. Lo más cercano a una relación de lo que sería la nación colombiana con los Estados Unidos fue la participación de Francisco de Miranda como militar al servicio de la corona española en una batalla a favor de la independencia Norteamericana en 1781, y unos años más tarde en 1805, cuando recibió el apoyo de algunos norteamericanos en su intento fallido de liberar a Hispanoamérica de los españoles. Pero eso no corresponde cronológicamente con el hecho al que se refirió y no creo que en esta coyuntura el Presidente quisiera darle crédito a un venezolano. 

Lo que Duque hizo fue forzar la historia para encajar su idea de grandeza nacional a lo que para él no amerita discusión: la grandeza de la formación de los Estados Unidos como nación. Fue un ejercicio de poder en detrimento de la verdad histórica. Dudo mucho que en una reunión con un alto funcionario jamaicano se le ocurra hacer alusión a la importancia de ese territorio que recibió a Bolívar y donde escribió uno de sus documentos más lúcidos y visionarios; también dudo que en una entrevista con el presidente de Haití mencione que sin la ayuda de esa nación  –que llevaba varios años de haber realizado la primera revolución política moderna en América y el Caribe protagonizada por gente negra–, la independencia en estos territorios a la que él hace alusión jamás se hubiera realizado. 

Pero claro, esos datos históricos verídicos y fundamentales para algunos son apenas una nota al calce, al punto que el presidente de una nación tiene que inventarse uno para sentirse cómodo en su concepción conservadora y jerárquica de la historia.