Cuando se creó el programa de Historia de la Facultad de Ciencias Humanas de la Universidad de Cartagena, a comienzos de los años 90, alguien admitió su preocupación: “Eso se va a llenar de negritos”. Aquel sincero planteamiento evidenciaba el temor que ciertos sectores tenían de que los negros y negras de la ciudad, los pobres de la ciudad, tuvieran acceso al conocimiento de la historia. No era un problema menor para quienes se habían montado en la cúspide de narrativas hegemónicas y tampoco era un vaticinio sin sentido. Años más tarde, aquel grupo de adolescentes febriles, negritos y pobres, algunos de origen rural, estaríamos en los circuitos de las discusiones más complejas sobre Cartagena, Colombia y el Gran Caribe.
Casi 30 años han pasado desde entonces, 30 años en los que los estudios de profesores, estudiantes y egresados han contribuido a redefinir la historia como se había conocido, esa historia contada por unos pocos para mantener los privilegios.
Casi tres décadas en las que se ha visto tejer solidaridades, años de compartir fotocopias, libros, almuerzos, discusiones políticas y, por qué no decirlo, también cervezas y música. Los que empezamos, en aquella precariedad infinita y aferrados a la idea de ser historiadores con la fortuita ayuda de la divina providencia en el camino, ya no somos los mismos. Quizá no mucho ha cambiado en nosotros, pero el paso del tiempo ha traído otros escenarios y estos escenarios nuevas posibilidades de diálogo.
Aquella lamentable pérdida de los archivos de la historia colonial de Cartagena ha empezado a recuperarse. Muchos de los documentos históricos de los siglos XVI, XVII y XVIII de la ciudad se encuentran bajo la tutela del Archivo General de Indias en España y del Archivo General de la Nación en Bogotá. Esta semana se abrirán las puertas del Laboratorio de Estudios Coloniales de la Universidad de Cartagena y con esto se creará un nuevo capítulo para las posibilidades investigativas, un universo documental impensable en nuestros tiempos de estudiantes, un material que, sin duda, significará el acceso a esa parte de la historia de la entonces Provincia de Cartagena y –lo que incluso puede ser más fascinante– la posibilidad de darle más elementos a la comprensión de la realidad actual de la cuidad.
Cartagena arrastra el lastre de su colonia. Su tragedia y –para algunos– su mayor gracia se remonta a un tiempo sobre el que se ha escrito en innumerables trabajos de investigación, pero el acceso directo a sus fuentes documentales había estado restringido. Cambia la ciudad de muchos modos con esta nueva conquista, la conquista en la que los negritos y negritas pobres, los chicos de provincia, acceden a las fuentes, adquieren elementos para interpretarlas y pueden, con la mayor maestría, hacerle justicia a la historia.
javierortizcass@yahoo.com
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