Cuando la Inquisición no tenía acceso a una persona condenable era común que se usara la fórmula de quemarlo en esfinge. En ceremonia pública, con toda la marcialidad del caso, se hacía arder en la hoguera al monigote que representaba al condenado. En Latinoamérica es común que en la madrugada del 1º de enero se quemen muñecos que representan el año que acaba de pasar o imágenes de personas que con sus acciones hicieron mérito para avivar el fuego. El origen de esta práctica, cuyo inicio es difícil rastrear en el tiempo, seguramente no viene de la vocación pirómana de la Inquisición para defender la fe católica, pero lo que sí está bien documentado es que en varias ocasiones la gente común y corriente copió este tipo de castigos oficiales para practicar ejercicios simbólicos de justicia popular.
Conocedores de la imposibilidad de que la mano de la justicia llegara a personajes poderosos que afectaban sus vidas hacían juicios simbólicos; no religiosos, sino éticos y políticos, y quemaban sus figuras para sentir por un momento que la justicia estaba del lado de los más débiles. Vale la pena recordar esto hoy, cuando es común ver en algunos frentes de las casas y esquinas de los barrios los “años viejos” en espera de ser quemados, pero sobre todo por esa aborrecible condición que tienen varios funcionarios y personajes de la política nacional de fugársela a la justicia y a las condenas.
Sabemos que uno de ellos lleva años, que ha envejecido en el ejercicio de experto acróbata para eludir la justicia y que seguramente la representación de su pequeña figura ha venido siendo quemada, con todo y caballo, desde hace mucho tiempo para recibir al nuevo año. Pero también sabemos que otros, en vez de quemarlo en esfinge, lo veneran y hasta son capaces de ponerlo cada año en el pesebre con la misma importancia del Niño Dios o de los Reyes Magos. Nadie más experto que él para encontrar la manera de resistirse, de fugársele a la candela para evitar convertirse en lo que muchos desearían que fuera: un simple año viejo político y no un patriarca político omnipotente.
Quizá ahora habría que meter en la lista de años viejos incinerables al fiscal general de la nación. Pues todo indica que este señor, con el cinismo con el que afronta la evidente crisis y con su manera mafiosa de encarar el juicio político, va desbrozando el camino por el que transita hacia la condición de personaje al que la justicia nunca podrá llegarle. Así las cosas, habrá que hacer una gran muñeco que represente a Néstor Humberto Martínez y quemarlo con la llegada del Año Nuevo frente a la sede de la Fiscalía o en la Plaza de Bolívar en Bogotá. Quizá, como sintieron en los viejos tiempos los grupos marginados, con este acto simbólico tengamos la sensación de que por un momento la justicia en Colombia está actuando con rigor donde debería actuar. ¡Feliz Año!
javierortizcass@yahoo.com
Más Columnas de Opinión
¡Afinia nos tiene locos¡
Uno de los problemas más grandes que está afectado a los habitantes de la región caribe es el alto costo de los servicios públicos domiciliarios especialmente el servicio de energía. Desde hace muchos años la costa caribe ha recibido un serv
La Salud entre líos
Aunque los profesionales de la salud, tengamos como principios fundamentales, el de proporcionar nuestros conocimientos, voluntad, deseos, y en general permanecemos con todas nuestras fuerzas, puestas al servicio de las comunidades y personas, de
¿Qué hacer con las tarifas de energía en la región Caribe?
Las altas tarifas de la energía en el Caribe son un problema social. La afirmación de que mes a mes cientos de miles de familias comen o pagan la luz no es lejana de la realidad. El recibo se puede llevar la cuarta parte de los ingresos de las f
La Bestia – El temor a amar
La última película del aclamado director Bertrand Bonello (Saint Lorent, Nocturama) incursiona en el género de ciencia ficción mientras explora las complejas relaciones de pareja a través de un romance que trasciende distintas épocas histór