El legislador que propone una regulación de los contenidos de las redes sociales sigue el mismo camino de otro que posó como defensor de las víctimas de publicaciones abusivas, calumniosas e injuriantes; y, antes que ellos, el expresidente Caldera, de Venezuela había propuesto una defensa contra las falsedades, que daría a los gobiernos la responsabilidad de defensores de la verdad en las informaciones.
Son iniciativas que suponen una fe desmedida en el poder de las leyes y un desconocimiento o temor de afrontar el problema que plantea el uso de instrumentos de poder ilimitado para la comunicación. Son asuntos de tal magnitud que han puesto en evidencia la pobreza de la fórmula tradicional de recetarle una ley a cada problema. Tratar así los conflictos que resultan de las aplicaciones de la tecnología digital impondría una actividad legislativa sin precedentes.
Por ejemplo, ¿qué hacer frente a las aplicaciones de la Inteligencia Artificial (IA)?. “La tecnología produce algoritmos de macrodatos que comprenderán mis sentimientos mejor que yo y la autoridad pasará de los humanos a los ordenadores”, (Noah Harari, p 70). ¿Podrá una ley contener esa invasión de las máquinas en el territorio donde se cultiva la libertad? Y cuando los algoritmos alimentados por datos biométricos controlen la salud humana, ¿una ley podrá liberarnos?
La creciente influencia de Google a través de su ágil suministro de información al instante, que anula la capacidad investigativa y estimulará en estudiantes y periodistas el copie y pegue, ¿obligará a las autoridades educativas a buscar soluciones legales?
Situaciones como estas, que se multiplicarán con el desarrollo tecnológico, impondrán a gobernantes y políticos la opción entre el recurso a las leyes o la acción sobre la cultura. Los mismos tecnólogos parecen incapaces de manejar los efectos de sus hallazgos. Le sucedió a Zuckerberg envalentonado por el éxito de Facebook con sus dos mil millones de clientes: difundió un manifiesto sobre la construcción de una comunidad mundial a partir de la tecnología digital. Anota Noah: “así reconstruirán sus ingenieros las comunidades que los párrocos habían desechado”. Lo que los políticos quieren hacer con leyes, los ingenieros creen poder hacerlo con tecnología.
La tarea de unir a las personas en comunidades o de recuperar los tejidos sociales rotos, desborda la capacidad de las leyes y de la técnica. El hombre es algo más complejo de lo que suponen nuestros legisladores o los amos de la tecnología digital.
El respeto de los derechos del otro, el ejercicio de la libertad de información, el cultivo y defensa de la dignidad personal o la creación de comunidades son tareas que les quedan grandes a políticos, legisladores o ingenieros digitales. Ni unos ni otros pueden entrar a saco en ese territorio inviolable que es la conciencia individual, principio y fin de todo progreso humano.
Jrestrep1@gmail.com.
@JaDaRestrepo
Más Columnas de Opinión
¿Qué hacer con las tarifas de energía en la región Caribe?
Las altas tarifas de la energía en el Caribe son un problema social. La afirmación de que mes a mes cientos de miles de familias comen o pagan la luz no es lejana de la realidad. El recibo se puede llevar la cuarta parte de los ingresos de las f
Un faro de esperanza para la juventud
En medio del vendaval de desafíos que enfrenta la juventud contemporánea, marcada por la sombra ominosa de trastornos mentales que irrumpen cada vez más temprano en sus vidas, surge la necesidad imperiosa de tenderles una mano firme, de ofrecer
Café entre Evas
“Qué habría sido de las mujeres en el patriarcado sin el entramado de mujeres alrededor, a un lado, atrás de una, adelante, guiando el camino, aguantando juntas. ¿Qué sería de nosotras sin nuestras amigas? ¿Qué sería de las mu
Para el Descanso
La revisión de los titulares de prensa, o de cualquier otro medio de comunicación, se ha convertido en una seguidilla de sobresaltos. Quizá sea porque en estos tiempos todo se actualiza permanentemente, o porque la dependencia del clic induce l