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Opinión

¿Por qué roban los doctores? 2

Después de unas elecciones en los años 70, el editorialista de El Tiempo recordaba la escena vista en la televisión de indígenas guajiros que en Paraguachón llegaron en camiones y fueron recibidos por los caciques electorales, luego llevados como borregos en fila rigurosa hasta la urna en donde el promotor les devolvía la cédula, previamente confiscada, les entregaba la papeleta y los esperaba para regresarlos a su concentración donde les pagaban con maíz, panela y algunos pesos. 

Y comentaba el editorialista: “no creemos exagerado decir que los millones de televidentes debieron experimentar estupor, desconcierto y una lacerante vergüenza”. Ahora, al recordar esa nota de televisión y comprobar, casi 50 años después, que la corrupción de los políticos no ha cambiado sino que se ha intensificado, vuelvo a preguntar: ¿por qué roban los doctores? Doctores no son solo los médicos, doctores no son solo los titulados, doctores, en el lenguaje común, son también los políticos y en general todos los dirigentes y la gente de clase alta. Y como lo dijo alguno de esos doctores: “el eje de la lucha anticorrupción es el ataque al clientelismo”. En efecto, los políticos convirtieron las elecciones y los gobiernos en una feria y al voto en una mercancía.

En aquel lejano episodio electoral de La Guajira, recogí las explicaciones de los dos promotores electorales: “son personas, dijo uno refiriéndose a su dócil clientela, a los que yo como hombre de conciencia, ilustro sobre cómo votar”. Su compañero de empresa veía a esos indígenas como niños que corrían el peligro de que algún preceptor los engañara, y él los estaba defendiendo. Los políticos de ayer y los de hoy siempre han tenido a mano justificaciones para todo. Aquellos ni siquiera pensaban que al comprar votos estaban incurriendo en corrupción.

Les pasó a ellos y sigue pasando con los que 50 años después meten la mano a los presupuestos de salud, de educación o de los alimentos para los niños, con la conciencia amaestrada de que, por tratarse de dineros para sus campañas políticas, son dineros para el bien común.

Así se han configurado dos visiones del país: los políticos tienen la suya. Todo está a su servicio porque ellos representan al país y, por tanto, debates como los que se anuncian de medidas de rechazo a la corrupción tendrán el tono de sus intereses. “No todos los partidos están convencidos del contenido de los proyectos”, informó la prensa en estos días.

Otra es la visión de la ciudadanía de a pie, que en las encuestas de credibilidad deja a los congresistas en los últimos lugares junto con la guerrilla y Nicolás Maduro. Son colombianos que no entienden, por ejemplo, que los congresistas mantengan en secreto sus declaraciones de renta, sus bienes e ingresos.

Hoy por hoy uno es el país de los ciudadanos y otro el de los congresistas. Para que el Congreso se reconcilie con la ciudadanía, tendrá que aceptar que su tarea principal es la de contribuir al cambio de una cultura que ha sido contaminada por la corrupción de los doctores que viven para robar.

Jrestrep1@gmail.com
@JaDaRestrepo

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