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Opinión

La peste del olvido

La prefiguró Gabriel García Márquez cuando imaginó a Macondo perdido en las brumas de la desmemoria. Hoy las Fuerzas Armadas parecen habérselo propuesto y han convertido la memoria de lo que pasó después de 1958 en objetivo militar.

En el congreso se recibió un proyecto de ley para que en el Museo de  memoria histórica se disponga de un espacio para exaltar la memoria de los militares héroes.

Un hallazgo del diario El País de Madrid, parecido al de The New York Times sobre la directiva para aumentar las bajas en combate, reveló el Plan 002811 que ordena a la oficialidad, una narrativa de  reconstrucción histórica del conflicto armado. Los dos documentos mantenidos en secreto, como los que describen tácticas de guerra, y redactados en el críptico lenguaje castrense, permiten conocer la mirada y propósitos de  nuestros militares. Según el plan 002811 se trata de “convertir de un plumazo en víctimas a una de las partes de la guerra”, según expresión del exdirector del Centro de Memoria Histórica, Gonzalo Sánchez; esto es lo que haría esa historia institucional, paralela a la de la Comisión de la verdad.

El espacio en el museo y esta historia uniformada, son dos pretensiones de los militares que buscan la toma, por asalto, de la memoria del país. Pero esa memoria, como la bandera, el escudo o el territorio nacional tienen que ser defendidos.

Y hay razones para hacerlo: la memoria “explora las raíces, las posibilidades, y las dudas del presente, y aprender a medirlo por sus relaciones con el pasado, o sea implicarse en la historia más allá del tiempo en que vivimos”. (Marta Tafalla)

Además, la memoria impide la impunidad; al contrario del olvido que es el gran borrador de huellas. Así como los que tienen mucho que ocultar se protegen detrás de los muros del secreto, a los criminales les convienen los olvidos y los desnuda la memoria.

La memoria, además, tiene una fuerza pedagógica que enseña la necesidad de adoptar la consigna férrea del Nunca más, y aviva una mirada crítica sobre las políticas de seguridad y de actividades de las fuerzas armadas.

Para protegerse de la desmemoria, las víctimas de San José de Apartadó levantaron un muro con piedras que llevan el nombre de sus muertos; en Trujillo construyeron un memorial que en piedra grita el recuerdo de las víctimas; en San Carlos unas piedras como gotas en la fuente del parque, conservan la memoria de los asesinados.

La memoria es un derecho de las víctimas. Así se ordenó en la ley de víctimas para quienes se construyó el Museo Histórico.

El empeño sospechoso de convertir al Centro de Memoria Histórica en escribano de un relato que ignora el conflicto armado interno y pregona en su lugar el horror de una amenaza terrorista, empalma con los movimientos tácticos del ejército para secuestrar la memoria de los colombianos víctimas del conflicto.

Cuando Gabo fabuló la peste del olvido que asoló a Macondo, difícilmente pudo prever que anunciaba esta otra desdicha nacional del secuestro de su memoria por los militares, empeñados en borrar sus páginas oscuras.

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