La demorada vinculación de Queiroz como DT de la Selección Colombia redujo su observación directa de los jugadores, su dirección del equipo in situ, su relación interpersonal con el grupo y el mostrar sus primeras claves de liderazgo y convivencia a solo dos partidos antes de definir la nómina para la Copa América.
Insignificante tiempo para desarrollar una justa y verdadera evaluación. Además, dos partidos que en realidad fueron mucho menos para todos, con la única excepción de Dávinson Sánchez, que sí compitió los 180 minutos. Estrategia obligada porque el entrenador tenía que entregarles minutos de acción a casi todos porque no hay más fechas Fifa. Así, con el afán de concluir sobre este incompleto examen, porque en el futuro ya no habrá más pruebas para corroborar o desvirtuar lo visto en estos ensayos, el seleccionador tendrá que apoyarse en el desempeño de los jugadores en sus clubes, que algunas veces no todos pueden replicar en la Selección.
Quizá de lo visto, a Queiroz le habrá complacido la respuesta de Vargas como opción de segundo arquero, las buenas intervenciones de Orejuela y Borja como laterales, mejor que las de Palacio y Machado, el atrevimiento y capacidad para desequilibrar de Díaz y Villa por las puntas, zonas que, parece, le gusta tener con obligada acción (la amplitud como principio de juego ofensivo constante, como concepto que define gran parte del modelo de juego); la potencia física de Zapata como variante, la evidente jerarquía de James y su compromiso y liderazgo futbolístico y anímico, que sin embargo no debe acercarlo al exceso de querer solucionar todo por él mismo.
Tal vez no le agradó la presentación de Arboleda, Cuellar y Morelos, de los que podríamos decir estaban presentado examen, la respuesta de los ya referenciados Palacio y Machado, el comprobado bajo nivel de Mina y Murillo, los dos defensas centrales que no tienen continuidad en sus equipos (ambos en alto riesgo de no ser convocados para Brasil, y ahora Mina más tras su lesión).
Francisco Maturana dijo que “un equipo es una obra, Colombia tiene los colores aún no la obra”. Buena y cierta metáfora, pero generalmente, el artista (el DT) necesita tener más tiempo los colores para saber cómo mezclarlos y poder dibujar una bella obra. No apenas 180 minutos.
La Copa América será el escenario para exponer cómo va la obra. Hubiera sido afín con una adecuada planificación darle al técnico más encuentros con los jugadores para tener más elementos de juicio. Planificar reduce el intervencionismo veleidoso de la suerte. Cuándo lo entenderán los dirigentes.
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