Si hay una pregunta futbolera que por estos días tendría una fácil y rápida respuesta, esa sería cómo está jugando Junior en los últimos partidos, porque mal sería el calificativo (casi) unánime. Respuesta que lacera el orgullo de los jugadores y técnicos, pero tendrían razón los encuestados. Hace un tiempo (quizá 5 o 6 últimos partidos) se ha ido degradando aquel estilo que patrocinaba el armonioso y criterioso toqueteo del balón, la elaboración con elevada técnica que iba desarticulando el entramado defensivo del rival hasta llegar al gol.
La fácil y estilizada sesión de pases con la que dominaba y aventajaba al contrario, se ha ido deformando en una pesada y estéril conducción del balón a ningún lugar. Además, niveles individuales distantes de los mostrados el año anterior y en el inicio de este. Lo que puede ser más complejo de responder es por qué. ¿Qué ha pasado con esa aceitada máquina de bordar buen fútbol? ¿Por qué el balón ya no se complace en los pies de los jugadores del Junior?
¿Por qué ha perdido agilidad y espíritu agresor la posesión? ¿Por qué el equipo no se mueve en bloque, con los jugadores cercanos, con y sin el balón? ¿Por qué los laterales ya no son influyentes? ¿Por qué crea menos situaciones claras de gol? ¿Por qué se ha perdido interés en algunos que antes colaboraban en la recuperación del balón? ¿Por qué la salida desde atrás no es tan limpia y segura? ¿Por qué los nuevos han tenido poco y ningún protagonismo? Estos son algunos de los interrogantes que se me ocurren al ver el rendimiento del Junior en este tramo de la temporada. Seguramente directivos, hinchas y periodistas tendrán otros más. El DT Suárez y los jugadores son los únicos que pueden responder estas inquietudes. Solo ellos saben qué están haciendo en los entrenamientos, qué hay en sus comportamientos dentro y fuera del campo. Solo ellos tienen información fidedigna de cómo es la convivencia grupal y la conexión técnico - jugador. De concretarse lo que parece inminente, la eliminación de la Libertadores la próxima semana ante Palmeiras en Brasil, tras tres derrotas seguidas y cero puntos en la tabla, no solo sería un fracaso prematuro, sino un duro golpe al orgullo deportivo y a la tesorería del equipo. Y a partir de ese momento, el objetivo de estar en la final de la Liga, se transformará en el único logro que quizá amortize tan decepcionante participación internacional. Se vienen días que pondrán a prueba toda la capacidad y experiencia de Suárez y el amor propio y la profesionalidad de los jugadores. Todos ellos tienen el reto de reencontrar el camino del buen fútbol y el de las victorias.
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