Palmeiras vino, vio y venció. Por segundo año consecutivo ha derrotado sin discusión alguna al Junior. Esta vez necesitó quince minutos para mostrar la versión brasileña: juego, posesión, circulación del balón y de jugadores y definición. Un pase rasante, perfecto al área del Junior, entre sus centrales, para encontrar a Scarpa que atacó el espacio viniendo de la zona de los volantes del Junior, pasando por detrás de Narváez y por el frente de Ditta que no hace una buena cobertura (él tiene la ventaja porque lo está viendo picar), fue el itinerario antes de terminar el balón en la red de Viera.

Y a partir de ese momento, Palmeiras pasa a la versión más recalcitrantemente italiana, más  desagradablemente efectiva. Se replegó, se dedicó a defender su arco y renegó del balón. Hizo marca personal en su campo hasta que el jugador de Junior se desprendiera de la pelota y la jugada se alejaba a otro sector.

Acosó, hostigó, anticipó y no permitió que los volantes y delanteros de Junior controlaran, giraran y mejoraran la jugada. Impusieron su fuerza en los duelos, su concentración en los movimientos y su oficio para sostener ese desgastante plan. Nada que ver con el admirado y reconocido fútbol pentacampeón, pero le salió bien (tres situaciones de gol, dos convertidas).

Todos los conceptos que encontramos en los textos de fútbol que explican la fase defensiva, fueron perfectamente ejecutados por unos disciplinados y resistentes jugadores del Palmeiras. No alcanzó la insistente búsqueda del Junior, porque sucumbía inexorablemente en ese entramado defensivo, tan repelente como eficaz. Además, porque no pudieron recibir perfilados. Los de adelante se acercaban al que conducía la pelota cuando tenían que alejarse para abrirle espacios y arrastrar las marcas.

Continua, pero infecunda gestión ofensiva de Junior, que no obstante nunca renunció, no se desanimó, ni siquiera cuando la irresponsabilidad de Teófilo lo dejó con diez, no el Teo exquisito e inteligente, sino el Teo pendenciero, el que está convencido que golpear y ser amonestado y expulsado más que un rústico defensor es ser valiente, cuando todos sabemos -él más que nosotros- que pedir el balón, arriesgar en el área rival, buscar el gol, es lo que verdaderamente hace a un delantero valiente y valioso.

El final para Matías Fernández: como todo jugador nuevo necesita tiempo para acoplarse. Sin embargo, de un futbolista de su capacidad y trayectoria esperan que sea capaz de acortar ese tiempo. Por ahora no desarregla el estilo de Junior, pero tampoco ayuda a potenciarlo. De él esperan que tenga más pensamientos de aceptación de riesgo que de rutina. Que participe más en las jugadas que exponen más al error, pero acercan más al gol.