Sí, ha leído bien. El nombre que intitula esta columna es Luis Suárez y no Lionel Messi. Y no es un error. Es que hoy, en medio de toda esa catarata de merecidos elogios que el genial crack argentino recibe de casi todo el planeta futbol, tras la magistral clase que dictó ante el Liverpool en el partido de ida de la semifinal de la Champions (clase que, además, lleva 15 años regalándole a los hinchas del fútbol) quise tributarle un sencillo, lejano, e insuficiente reconocimiento al delantero uruguayo.
En tiempos en los que Falcao Garcia era uno de los dos o tres mejores centro atacantes del mundo, desde el cuerpo técnico del Barcelona de esa época se reconoció las grandes condiciones de goleador del colombiano, pero se afirmó que no tenía cabida en el estilo del Barcelona. Tal aseveración siempre me pareció una muestra del fundamentalismo que invadió a algunos con el modelo del Barcelona y una valoración incompleta de las características futbolísticas del Falcao de aquellos días.
Por eso me resultó llamativo, por decir lo menos, que contrataran a Luis Suárez, ese sí un delantero poco interesado en sutilezas con el balón. Y de contera, con una sanción de varios meses y un carácter indomable. Para fortuna del Barcelona y de los hinchas del fútbol, Suárez destruyó el prejuicio, se acopló a las buenas maneras del toqueteo del equipo, sin perder un ápice de su esencia auténticamente uruguaya: potente, peleadora, comprometida.
Suárez no solo ha convertido más de 180 goles de todas las formas en sus cinco temporadas (muchos de ellos transcendentales), que con ese solo aporte ya cumplió, sino que ha contribuido en la gestación de muchos de los anotados por el resto del equipo, en generar faltas cerca del área, en ser objetivo confiable de los pases de sus compañeros aun en condiciones desfavorables, en fijar marcas, en crear espacios, en presionar.
En darle un poco de"calle" al juego "académico" del Barcelona. Claro, sigue teniendo un toque pendenciero, una inclinación incontrolable a reclamar casi todo a los árbitros y muchas veces exagera en las faltas, pero aprendió a no rebasar los límites:solo ha sido expulsado una sola vez, en un partido de la Copa del Rey. Loas para un formidable delantero que ha triunfado en el Barcelona por su capacidad de adaptación y fuerte personalidad. Por su esfuerzo innegociable, por su humildad para trabajar para Messi, por su inteligencia para que Messi juegue para él. Y, obvio, por los cientos de goles anotados.
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