Tienen que cambiar el chip, le piden los hinchas a los jugadores del Junior. Tenemos que cambiar el chip, se auto imponen los jugadores del Junior. La urgente misión obedece a que, hoy, el equipo barranquillero enfrentará al Medellín, en el primer partido de la final de la Liga colombiana, apenas tres días después del empate ante el Atlético Paranaense, por la final de la Copa Sudamericana.
La orden es borrar de tajo lo que pasó ante el club brasileño. Así como teclear borrar e inmediatamente el computador elimina lo que hemos escrito. Como si la fuerza de las emociones que acompañan algunas situaciones muy importantes de nuestra vida (y jugar un partido de una final internacional por vez primera, para estos jugadores, no tengo dudas, lo es) no activaran regiones implicadas en la formación de las memorias, como el hipocampo y la corteza cerebral, según nos enseñan los expertos en la materia. Que también nos dicen que la adrenalina liberada refuerza la memoria de las situaciones emocionales: recordamos lo verdaderamente importante, lo que es capaz de emocionarnos. Y lo del miércoles fue una noche enmarcada en la emocionalidad.
Pero dejémosle esos complejos temas al Doctor Haroldo Martínez. Y nosotros a lo más sencillo: el juego. De parte de Junior la mejor táctica será el retorno de Teófilo, en el proceso creativo y en el manejo experto de situaciones del partido (cuando no se deja ganar por ese punto pendenciero nocivo que tiene incorporado); y la reaparición de Fuentes en la defensa para marcar con decisión y para ampliar los avances del equipo con técnica, desborde y peligrosidad. Los dos aumentan en cantidad y calidad el funcionamiento grupal. La pericia de ‘Teo’ para salir airoso en esos estrechísimos caminos por el centro de las defensas rivales fue extrañada contra Paranaense. Lo mismo que el auxilio de Fuentes para Díaz por la izquierda.
El rival, Medellín, cuenta con jugadores de valor gol: Cano, en mi opinión, el mejor delantero de la Liga, y Caicedo, su coequipero, poco dúctil, pero testarudo y potente. Sus laterales salen mejor que lo que defienden. Reforzaron en marca la mitad con Ángulo y Parra y liberaron a su guía, Ricaurte, un volante de zurda fina y precisa, con cierta displicencia en su andar pero con mucho fútbol en la cabeza. Un equipo con altibajos en su juego, pero que casi siempre deja constancia de su capacidad anotadora.
Meritorios finalistas de la Liga Águila II, de los que, yo creo, uno está un escalón arriba por técnica colectiva, desequilibrio individual y calidad de elaboración: Junior.
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