Liverpool, hoy, me parece el equipo más completo de todos los semifinalistas de la Champions League. Potente e imponente. Vibrante y dominante. Excitante y eficiente. Luce impenetrable cuando lo atacan e imparable cuando ataca. Y en ambos casos, ejecuta las acciones con excelsa calidad técnica y alta cooperación grupal. También, con inagotable energía y con una sobreexcitación patrocinada por su idóneo y carismático entrenador (el alemán Jürgen Klopp).
Presiona con orden y mucha vitalidad. Mueve con calidad y agilidad el balón. Es apto para organizar ataques combinados (haciendo más pases) o más directos, por los desmarques al espacio que con frecuencia trazan sus delanteros.
Estos forman, quizá, el más peligroso y efectivo tridente de toda Europa (Salah, Mane y Firmino): veloces, inteligentes, desequilibrantes, goleadores. Ninguno de ellos es centro delantero pero todos lo son.
Es vital, por supuesto, para el brillo de estos, el apoyo que reciben de los todo campistas (Milner, Keita, Wijnaldum, Henderson…) y sus laterales (Arnold, un gran cobrador de faltas, y Robertson, un esforzado e incansable auxiliador por la izquierda).
Liverpool es capaz de sostener un alto ritmo en el desarrollo sin perder un ápice de calidad y precisión en sus ejecuciones. Tiene una marcha más que el resto con y sin balón. Hace gala de una fuerte voluntad para nunca desfallecer en la búsqueda del gol, en la disputa del balón, en las ganas de vencer. Y esta temporada le agregó liderazgo y juego aéreo con Van Dijk, el defensa central holandés, y seguridad en el arco con Allison, el titular de la Selección Brasil.
Tendrá que superar al Barcelona si quiere acceder a su segunda final de Champions consecutiva. Paradójicamente, el rival que puede ser el más complejo, por la cadencia y maestría en la posesión, que le quitaría ímpetu a su juego y eficacia a su presión. Y porque tiene a Messi, el talento superior que es capaz de cambiarle el destino a un partido por sí solo. O, quizá también, el rival más conveniente, porque siempre sale jugando, pre requisito indispensable para presionar (si el rival sale con pases largos elimina la acción de presionar), porque se expone al contraataque por el adelantamiento de sus defensas y la vinculación de al menos nueve jugadores en fase ofensiva, un escenario ideal para sus veloces atacantes, y por su fragilidad aérea.
Una espectacular final de Champions adelantada que promete un fútbol de primera clase.
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