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Hablemos de fútbol | ¿Dónde están los centrales de calidad?

La zurda fina y sensible de Andrés Escobar se anticipaba al pase que había enviado el medio campista del rival buscando conectar al delantero, inmediatamente conducía, cabeza levantada, oteaba el panorama y, con precisión y criterio, le daba un destino conveniente a la pelota. Alexis Mendoza, rapidísimo y gran lector de las intenciones del atacante rival cortaba, se desplazaba con elegancia y determinación, y decidía, con calidad y eficacia, entregar el balón más arriba y habiendo mejorado el futuro de la jugada para su equipo.

Dos ejemplos (podría recurrir a otros como Yepes, Molina, Miguel Escobar...) de defensas centrales colombianos finos, criteriosos, amistados con el balón y con inteligencia táctica, que brillaron en el torneo del fútbol colombiano.

Me he preguntado en estos días por qué ya no hay defensas centrales de ese perfil en las nóminas de los veinte equipos de la Liga colombiana. Hoy, la zona central de la retaguardia de estos, es defendida por corpulentos, espigados y esforzados futbolistas que responden con la fuerza y menos con la inteligencia y el control técnico del balón. Con una gran capacidad de lucha y recursos en la fricción y el juego aéreo, pero con poca claridad para interpretar el juego y reñidos con la coordinación como instrumento útil para evacuar o iniciar las jugadas.

En ese paisaje, Bocanegra, que en este último tiempo ha sido defensa central en el Nacional, es, tal vez, la única excepción. No es mi objetivo caer en el reduccionismo, mucho menos en el maniqueísmo, de declarar buenos a los elegantes y malos a los fuertes, porque estoy convencido de la complementariedad en los equipos. Se necesitan disímiles características para consolidar un buen funcionamiento. Mi intención es plantear la inquietud alrededor de un déficit actual del fútbol colombiano (incluyendo a los defensas centrales de Selección) cuando la tendencia mundial es la excelencia técnica de los defensas centrales,  su inteligencia de juego, iniciativa y seguridad para salir jugando aún bajo presión, e  intervencionismo eficiente y continuo en la  circulación del balón y organización del juego.

¿Acaso, desde las divisiones menores, el requisito para provocar  la atención de los entrenadores es una figura mastodóntica y no tanto la prestancia técnica y la acertada lectura de juego? ¿O, quizá, es solamente un período de escasez temporal? No lo sé. Mientras, sin aquellos ya en la cancha y sin sus sucedáneos a la vista, hay un rictus de desencanto inocultable en mi cara.

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