La presencia de Julio Comesaña, por novena vez, en el comando técnico del equipo Junior, es la confirmación de que existe una relación idílica entre ellos, que a la luz de los hechos parece que prefieren esos encuentros furtivos de los amantes y no la convivencia permanente y estable-- pero compleja - de los cónyuges. Cada tanto pactan un distanciamiento que les aumenta el deseo y la ilusión del reencuentro.
La pasión y la capacidad de reconstruir la mística que ofrece Comesaña se renueva con el alejamiento al que lo somete su compañera (la institución Junior). Una relación que no siempre aprueba el papá (Fuad Char), y muchos de los vecinos (hinchas), pero casi siempre les produce bienestar y emoción. Al margen de la alusión amorosa y de lo inspiradora que es para la memegrafía local y nacional esta particularísima sociedad, desde lo futbolístico no hay dudas de que, esta vez, Comesaña ha enderezado el camino más rápido de lo que suponen las teorías sobre planificación, entrenamiento, conducción de grupos. Ha quemado los libros.
Hasta hace dos semanas, el Junior era una borrosa y desteñida copia del campeón de hace cuatro meses. Con un técnico desorientado y sin fuerza decisional, y un grupo de jugadores displicentes, bajos de forma y sin compromiso profesional. En tres partidos bajo la égida de Comesaña se ha visto otro juego, otra armonía colectiva, otra dinámica, otra actitud individual. Solo la falta de definición ante Melgar y frente a Nacional lo privó de clasificar a la Copa Sudamericana y tener dos puntos más en el cuadrangular de la Liga. La demostración del jueves en Cali, con triunfo incluido, ratifica el revulsivo exprés que es Comesaña para este equipo. Jugó muy bien. ¿Cómo lo logra? Un discurso bien elaborado que motiva, una dedicación plena a su trabajo, el conocimiento del entorno y de las reacciones de los dueños, la imprescindible compañía de un excelente preparador físico, la seguridad que dan los años y la confianza infinita de los dueños. Es su mejor lugar en el mundo. Y por lo que veo en el fútbol colombiano, jugando así, como en Cali, no puede ser sorpresa que logre llegar a la Final. Lo que en otros países de primer nivel sería todo un disparate organizacional, en Junior es un remedio efectivo. Una antinomia eficaz.
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