El programa ‘A Diario’, de Radio Marca en España, conformó en teoría dos selecciones, una de Europa y una de América, e imaginó un partido entre estas con los futbolistas que consideraron los de mejor nivel durante la temporada. La mayoría, yo creo, con muy buenos rendimientos no solo en la ya finalizada campaña, sino en varias de las disputadas en los últimos años.

Son, sin dudas, jugadores que hacen parte de los mejores del mundo, de la élite futbolera actual.

Europa formaría con Courtois, Arnold, Van Dijk, Rúben Días y Theo Hernández en la defensa; Rodri, Modric, De bruyne, Bernardo Silva en el medio del campo, y en el ataque Mbappe y Benzema.

Por América, Allison, portero brasileño del Liverpool, cuidaría el arco; Molina, el lateral derecho argentino, Marquinhos, Militao y Davies, el canadiense del Bayern, serían los defensas; Casemiro, Fabinho y Valverde en el medio; y Messi, Vinicius y Núñez, el goleador uruguayo y nuevo refuerzo del Liverpool, serían los delanteros.

De solo imaginar tal enfrentamiento me invade la emoción del hincha del fútbol. Semejante caudal de fútbol garantizaría un espectáculo superior. Dicen los periodistas del programa que, según una empresa dedicada a la cotización de los futbolistas, Europa tendría un valor de 770 millones de euros, mientras que la selección de América alcanzaría los 620 millones.

Pero más allá de la ilusión que nos genera, las cifras económicas y la entusiasta expectativa que nos provoca ese hipotético partido, me llamó la atención el perfil de los jugadores del medio campo de la selección de América. Casemiro, Fabinho y Valverde son excelentes futbolistas, de comprobado rendimiento y liderazgo, pero sin la imaginación y la capacidad de improvisación de los volantes creativos.

Mirando, en cambio, el de Europa, encuentra uno a De Bruyne, Bernardo y hasta el mismo Modric, futbolistas con sabiduría en el pase, capacidad creativa y dinámicos organizadores del juego ofensivo. Son jugadores que elevan la calidad de la oferta futbolística de sus equipos.

Los tres de la selección de América son esforzados e inteligentes batalladores, con suficientes recursos técnicos para contribuir en la posesión del balón, pero no son los del pase gol, los desequilibrantes, los que improvisan. Los del talento superior. América los tuvo en Maradona y Zico; en Sócrates y Riquelme; en Paz y Ronaldinho, para solo mencionar algunos. Y, ahora, ¿dónde están? Por qué Europa sí cuenta con ese tipo de jugador, con características creativas, de lectura táctica sobresaliente, de espíritu afiliativo y prestancia técnica. Que aceptan y desarrollan las obligaciones colectivas que exige el fútbol actual, pero sobresalen y mejoran el juego por su calidad personal. ¿Qué razones hay para que, en América, hoy, escaseen? ¿Acaso las tareas físicas cuando van a Europa los desfigura? No dudo que le caben más preguntas al tema.

En el último tiempo solo Messi y Neymar, cuando vence al insoportable simulador, fueron los verdaderos representantes del talento creativo superior que identificó el futbol de Sudamérica.

¿Este ejercicio de un medio deportivo radial alcanza a ser un indicio para explicar la diferencia a favor que ha marcado Europa en los últimos 20 años?