
¿Cómo jugarle a Brasil?
Todos sus rivales se plantean la misma pregunta cuando les toca dirimir fuerzas con el súper poderoso pentacampeón mundial.
¿Cómo encaramos tan difícil tarea? ¿Sin complejos y le planteamos un partido de tú a tú, con una alineación de orientación ofensiva para agredir una supuesta debilidad defensiva que creemos tiene? ¿Conscientes de su superior nivel técnico individual y colectivo tomamos más medidas defensivas, blindamos la zona más cercana al propio arco y acudimos, luego y cuando se pueda, a acciones de contraataque? ¿Presionarlo arriba, en la salida de sus defensas centrales, para no hacerles tan cómodo su toqueteo que es preámbulo de su organizado y dominante ataque? ¿Extender esa presión a todos los sectores con mucha agresividad, orden y constancia para reducirles el espacio y el tiempo, y así apurar sus ejecutorias aspirando que estas sean imperfectas?
No tengo dudas que un entrenador desearía tener una selección que tuviera un funcionamiento capaz de llevar a la práctica todas las opciones anteriores. Pero, hoy por hoy, en Sudamérica, solo Argentina está dando pasos para acercarse a ese idealizado andamiaje. La Chile de Bielsa y Sampaoli, con mejores jugadores del medio hacia arriba con relación a la de ahora, lo logró. El resto, incluida la Selección Colombia, pasan por esos cuestionamientos sin encontrar respuestas tajantes y moderadamente tranquilizadoras. Y mucho menos de fácil puesta en escena.
En la pasada Copa América Colombia no pudo salir de la asfixiante presión que le ejerció Brasil y sus delanteros terminaron oficiando de defensas por tan abrumador dominio. La acrobática y efectiva definición de Luis Díaz aquel día y la equivocada decisión del árbitro Pitana que derivó en uno de los dos goles brasileros dejaron cifras concretas en el estrecho resultado que, a mi juicio, no explicó el sometimiento que Brasil impuso.
En el más reciente duelo por Eliminatoria, en Barranquilla, el primer tiempo fue una fotocopia de aquel absoluto gobierno por parte de Brasil. Esta selección dirigida por Tite ha logrado, como lo exige el actual fútbol de la élite, que sean once jugando con el balón con gran calidad técnico táctica y once dispuestos y activos en la recuperación del balón. Lo que sigue para él es enfrentarse a las grandes de Europa que también juegan así a ver si muestra la misma grandeza que aquí.
Colombia, por el contrario, aún cree en su atávica dependencia de un volante creativo (Cardona en la Copa América, Quintero en los juegos anteriores y ahora James Rodríguez) para mejorar el juego colectivo. O, tal vez, no ha podido encontrar los jugadores ni el tiempo para acceder a ese funcionamiento. O, quizá, no cree que sea imprescindible para lograr el cupo a Catar. Sin embargo, convocaron jugadores como Víctor Cantillo, Sebastián Gómez (el volante de Nacional), Yairo Moreno que pueden ser, por características, una aspiración a tener esa doble función para competir con más equilibrio en el trámite, si el carácter en medio de su inexperiencia en la selección y en esta clase de partidos no flaquea. Es apenas una personal conjetura. De esas inofensivas y no probadas que solemos hacer los que jugamos sin ingresar a la cancha.
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