El Heraldo
Opinión

#RespetoEs

No es momento de lavarse las manos ni el presidente de la República ni el ministro de la Defensa, ni la alcaldesa de Bogotá.

La mejor forma para que la ciudadanía respete a las instituciones, es que las instituciones se respeten a sí mismas. 

Es absolutamente imposible que todos los funcionarios que pertenezcan a cualquier entidad pública, dentro de la Policía Nacional o del Ejército, obren dentro de la legalidad, pensar esto equivaldría a decir que al interior de una comunidad o de un país nadie delinque, que todos se apegan a la ley.

Esto es el mundo ideal, es el deber ser, pero no es así como es en la realidad, por eso es que cuando aparecen personas o delincuentes usurpando la dignidad del uniforme o de la función pública deben ser separadas de las instituciones, ser investigadas respetando garantías y debido proceso. En lo judicial se debe encontrar un resultado apropiado, concreto, satisfactorio y completo que, primero, permita encontrar la verdad; segundo, reparar a quienes sufren las consecuencias y, tercero, mejorar en todos y cada uno de los procedimientos que la Policía, el Ejército o la entidad pública aplique al interior de la misma institución.

Así mismo, no es momento de lavarse las manos ni el presidente de la República ni el ministro de la Defensa, ni la alcaldesa de Bogotá, cada uno tiene una responsabilidad y debe cumplir su papel sin mirar a quien le echa el agua sucia, sino más bien unirse para ver cómo se responde ante la ciudadanía que clama por resultados que permitan rápidamente mantener la confianza en las instituciones.

Acertada la visita de la alcaldesa a los policías heridos, esperaría uno que el gobierno o que un grupo de ciudadanos, para lo cual me ofrezco, porque solo no puedo, hiciéramos lo posible por traer a los familiares del estudiante de derecho que murió en manos de miembros de la Policía Nacional en días pasados y que el Gobierno Nacional hiciera presencia para dar las condolencias tanto a los miembros de la fuerza pública que están heridos o que fallecieron como a los particulares. Los mensajes tienen que ser de autoridad, de respeto y de recuperación de la confianza.

No hay que perder el norte de lo que debe ser un país solidario, pujante, coherente, unido, respetuoso de la legalidad. Lo que si no puedo pasar por alto es la indignación que me produce ver a Iván Cepeda, cómplice de las FARC, o a Gustavo Petro, quien camina impune hoy por las calles de Colombia, solamente criticando a las autoridades sin presentar propuestas constructivas, solo buscando caminos para la legalización de delincuentes de lesa humanidad como fueron las FARC y ahora el ELN.

Es fácil criticar desde la barrera y encender ánimos, incitar al desorden y a la violencia, lo difícil es ponerse en los zapatos de los demás, dar ideas que resuelvan conflictos, crear consensos.

Es mucho más fácil ver la mancha en la hoja blanca que fijarse en lo bueno, más fácil destruir que construir. Lo primero se logra incitando, incendiando con odio, mientras que lo segundo requiere paciencia, amor e inteligencia.

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