El Heraldo
Opinión

Quien lo vive…

El Carnaval de Barranquilla es una celebración en todo el sentido de la palabra. En él se lucha por enaltecer la pluralidad colombiana y es sin duda la fiesta más igualitaria del país, en donde todo el mundo cabe. Es una celebración que no sólo invita a quien quiera ir a vivirlo y gozarlo, sino que nos recuerda nuestros orígenes.

Reinas, barrios, clubes y hasta extranjeros, todos tenemos un espacio en los 4,2 kilómetros de las paradas que ocurren por más de una semana (si se tiene en cuenta el precarnaval), mientras bailemos y mantengamos las tradiciones en alto.

Son tantos los detalles que me sorprenden del Carnaval que es difícil nombrarlos todos. Me encanta como en la Danza del Garabato se celebra la vida y la confrontación con la muerte, la dicotomía entre el bien y el mal.

Las Marimondas no se quedan atrás, es increíble como fueron creadas por una clase obrera explotada, quienes mediante el uso de las máscaras burlonas de rasgos exagerados encontraron la manera para protestar contra ese continuo sometimiento de las elites. Con esta danza se celebra y se recuerda el aporte de la clase trabajadora, del albañil, del jornalero, del mensajero, del hombre común que quiere llevar el pan a su casa. Por su parte, la danza del Congo Grande nació para exaltar los cabildos de las negritudes de la Colonia y los pasos hacia la eliminación de la esclavitud.

Así mismo, reconocer aquellos motivos del Carnaval que han nacido de la cotidianidad de los hogares, como lo es la Negrita Puloy, cuyo origen se remonta a un detergente venezolano del mismo nombre y en cuya etiqueta estaba plasmada la negrita. Ahora que lo pienso hasta motivos extranjeros han calado en la celebración. 

A esto se suman las situaciones que acogemos los barranquilleros (soy un hijo adoptado de su tierra) mamando gallo, situaciones que solo ocurren en un país como Colombia, como lo son “barriga de trapo” o una “reina descoronada”. Este año seguro veremos más de una Aida “nalgona” escapando del odontólogo o una Vicky “despelucada” al lado de un “tipejo peludo” o un Archivaldo. 

El talento Caribe para simplificar lo complejo también se ve reflejado en los Letanieros, que con su entonación de rezo católico satirizan, critican, censuran y bromean en verso acerca de la “seria” realidad del país.

Aquí hay espacio para todo el mundo. La naturaleza no se queda atrás, comparsas de tigres, burros, micos, cebras, perros, chivos y toritos, entre otros, también danzan al compás de la música, con sus máscaras que no solo nos divierten, sino que nos recuerdan que el hombre no es el único que hace parte del territorio.

Ni la política se salva de hacer parte de la fiesta, por ello en la comparsa de los cabezones siempre habrá grandes cabezas de los políticos y líderes del momento, para recordarnos que la mejor forma de entender a nuestros mandatarios es poniéndole un poco de humor a tanta seriedad.

Barranquilla en estos días es una fiesta, abre sus puertas a toda Colombia para celebrar y también para reflexionar en torno a su cultura y a la actualidad del país.

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