Este escrito pensé hacerlo cuando el presidente Iván Duque cumplió su primer mes en el Gobierno. Pero en mi casa, con razón, me dijeron: “Deja siquiera que se posesione. Déjalo llegar”.
Juro que nunca hubiera querido hablar de este tema. Todos mis lectores saben que mis afectos políticos estuvieron siempre con Vargas Lleras, pero ante su derrota en la primera vuelta me tocó (con mucho gusto, eso sí) pegarme a la rueda del uribismo-duquismo.
Y las cosas se dieron. Por fortuna para el país, esa pesadilla llamada Petro fue derrotada ampliamente en las urnas. De paso, nos salvamos de convertirnos en otra Venezuela. Sin embargo, desde que Duque empezó a anunciar su gabinete noté que las cosas no estaban saliendo como todos creíamos y queríamos.
De los 16 ministerios que tiene Colombia, solo dos fueron asignados a figuras visibles del Centro Democrático: Alicia Arango (Trabajo) y Carlos Holmes Trujillo (Relaciones Exteriores). Otras dos carteras fueron entregadas a personas cercanas al uribismo: Nancy Patricia Gutiérrez (Interior) y Guillermo Botero (Defensa). El resto de los ministerios terminaron en manos dizque de tecnócratas. Entonces, ¿quién ganó los comicios? ¿No fue acaso el Centro Democrático?
Y cuando todo el mundo daba por descontado que Duque sacaría a sombrerazos de su gobierno a todo lo que oliera a Santos, se encontró con que cantidad de babosos santistas se quedaron en sus puestos, en unos casos, y en otros, lo que es peor aún, fueron ascendidos. Para muestra un botón: el cuerpo diplomático prácticamente no ha sido tocado. En él siguen los áulicos de Santos. Claro, ganando millonadas de cuenta de nuestros impuestos.
Me han contado que al mandatario le va magníficamente en los talleres Construyendo País que cada ocho días realiza en los más remotos municipios de Colombia. Pero, ¿será que Duque tiene comunicación directa con los colombianos? Yo creo que no. Yo veo al presidente en otra cosa, como bailando o reunido con Vives o Maluma. Una cosa es querer ser popular y otra muy distinta la frivolidad.
Adicionalmente, Duque nos salió con el cuento de que en su mandato no iba a aplicar aquello del espejo retrovisor. Entonces nos quedamos sin saber las cifras de la quiebra en que nos dejó el premio Nobel de Paz. ¿Y qué hay de los asesores de Duque? Veamos: uno de ellos se llama Jorge Mario Eatsman, quien en su infinita “inteligencia” se atrevió a decirle tocayo al papa Francisco.
Doy por descontado, igualmente, que otro de los funcionarios clave del jefe de Estado es Alberto Carrasquilla, el ministro de Hacienda, y quien brillantemente ha propuesto clavarle el IVA a la canasta familiar.
También se habla mucho de que un señor llamado Luigui Echeverri es muy influyente en Casa de Nariño. Me cuentan que el hijo del fallecido dirigente Fabio Echeverri es un gran rejoneador. Nada más.
Presidente Duque: usted apenas acaba de cumplir 100 días como timonel de Colombia y su popularidad está por debajo del 30%. Sin duda, una cifra dolorosa. Cómo estaremos de mal que no falta el despistado que me dice que extraña a Santos.
Señor Presidente: por favor corrija el camino por el bien del país. Gobierne como lo prometió en campaña. Rodéese de gente que valga la pena. De gente que le dé consejos de buena fe. No escuché a los lagartos que actualmente lo rodean. A esos no les interesa el país. Esos lo que quieren es figurar y hacer plata.
@cancinoabog
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