Dos comerciales, uno de televisión y otro de radio, llaman la atención por estos días. Uno, el de TV, es nacional y hace relación a una crema para quitar los granos de la piel. Para ello los publicistas usaron la expresión “ir al grano”. El spot muestra a una joven adolescente ‘pillada’ por la mamá en una mentira. La chica había dicho en casa que iba para donde una amiga y al ser interrogada balbucea argumentado que el taxi le dio muchas vueltas, pero de pronto, gracias a un efecto de televisión, sale de su cuerpo la misma joven confesándole a su mamá con juvenil desparpajo que cuando ella dice “que va para donde una amiga en realidad va para donde su novio”. Y luego viene la frase de remate: “tú vas al grano”.
Eso no es novedoso, forma parte de la vida en sí. Pero inquieta esa especie de pequeña apología de la mentira a los padres en un medio de televisión. ¿Somos prejuiciados? ¿O porque eso es lo que ocurre no queremos admitirlo? ¿O hay una confusión de valores entre los copys de las empresas de publicidad y la ética y el bien común? ¿Muchos jóvenes considerarán que decirles a sus padres sus pecadillos con cierto cinismo es ‘ir al grano’?
Al final, a los publicistas les interesa el resultado. Que la idea sea un éxito y que el producto se venda, muchas veces pasando por encima de valores y de la ética. Antes de escribir esta columna pregunté a varios jóvenes sobre el asunto en cuestión. Aunque aceptan que en muchos casos esas situaciones ocurren, les parecía irrespetuosa esa especie de confesión a la que hace mención el comercial. Afirman los jóvenes indagados que muchos de sus contemporáneos pueden pensar que ese es el sendero correcto: hacer lo inapropiado y luego sincerarse sobre lo ya hecho. Es como una especie de rezar y empatar.
La otra publicidad es de carácter local y es divulgada por la radio. Se trata de una institución educativa, cuyo comercial usa la palabra cool para llamar la atención. El locutor, reconocido en los medios del entretenimiento y la música, pretende darle la entonación de frescura buscado por el mensaje. Y lo logra. En verdad el comercial suena a todo menos a educación, porque lleva un mensaje implícito de relax y de esnobismo. Yo a mis hijos no los matricularía en una institución que aprueba comerciales en los que ni siquiera anuncia sus programas educativos como atractivo principal. Absurdo y fuera de foco.
No sabemos cuál es el límite de los creativos en la búsqueda del resultado, pero si no hay regulación por razones del derecho a la libertad de expresión, el libre desarrollo de la personalidad y el derecho al trabajo, hay que proteger a una sociedad cada vez más baladí en donde prima la superficialidad.
Si los medios de comunicación, como la televisión y la radio, que tanta fuerza tienen entre la juventud, no se comprometen con los derechos de las audiencias, no va a quedar gente que produzca dinero para comprar sus cremas o matricularse en sus universidades. ¿O las hijas de los sesudos creativos van al grano y estudian en la cool?
mendietahumberto@gmail.com
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