Insisto en el tema de la buena y actualizada educación porque me parece el único camino para que una sociedad salga del subdesarrollo y comience a pisar los albores de la modernidad que exhiben otros países que, no hace mucho, estaban inmersos en nuestras mismas circunstancias de baja producción con innovación industrial, si no peores. Me refiero a China y ambas Corea, entre muchos otros. ¿Su secreto? Poner al alcance de toda su población el conocimiento mundial a través de redes virtuales y un masivo acceso a ellas.
Es sabido que en países como los Estados Unidos, Alemania, Francia o España, existen ciudadelas de la innovación adonde acuden los jóvenes sedientos de información suficiente, libre, compartida y gratuita, para dar feliz término a una idea que hierve en su cerebro para mejorar un proceso o crear algo que cambie la producción masiva de algún elemento necesario para algún sector de la economía. En Colombia estamos lejos, muy lejos de poseer un enclave de esos y me atrevo a pensar que ni siquiera en los claustros universitarios, se está prestando suficiente atención y soporte a los innovadores.
Además, siendo la patente el salvoconducto para poder comercializar y popularizar la innovación, el proceso para obtenerla es aún engorroso: pueden pasar años hasta alcanzarla porque la prontitud de respuesta está vinculada a costos estrambóticos que casi ningún genio posee (parece que genialidad y fortuna son inversamente proporcionales). Por ejemplo, Rafael Salcedo Villareal logró la patente 29069 de la SIC por un modelo matemático para la ubicación de las páginas al momento de imprimir, que permite recoger pliegos completos en vez de las hojas sueltas de una revista o libro, lo que reduce el tiempo de armada en más del 60 por ciento, permitiendo al impresor producir miles de ejemplares en el mismo tiempo que se lograba un máximo de 500, aproximadamente.
Pero para lograr su patente hubo que esperar más de tres años, ya que el costo de los tramitadores excedía en varios millones sus posibilidades y solo cuando la Superintendencia de Industria y Comercio digitalizó sus procesos, le fue posible lograrla.
Este discreto innovador de la industria editorial logró una segunda patente al cumplir las tres condiciones básicas: que no esté patentada, que tenga utilidad industrial, que nadie la tenga en uso. Diseñó un dispositivo para evitar pérdidas por el maltrato del lomo del libro cuando no se usa guillotina trilateral: así los pequeños y medianos impresores salvan su producción de extra desechos por lomos arrugados al cortar con guillotina básica.
Como pueden ver, solo la pasión por una solución y una mente brillante permiten la innovación, pero es el Estado el que tiene que facilitar e impulsar los procesos para que llegue a la mayoría el beneficio patentado, y en Colombia falta acceso masivo gratuito a Internet e inversionistas para que las patentes lleguen al mercado.
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