A principios de diciembre se conoció una encuesta que revela que el expresidente Álvaro Uribe tiene una imagen negativa del 66%. La del presidente Iván Duque alcanzó el 70%.
Para algunos analistas, el mensaje uribista, prevaleciente entre el 2002 y las elecciones presidenciales de 2018, ha comenzado a extinguirse. Consideran que la Seguridad Democrática, que logró arraigar profundamente en el imaginario popular, ha empezado a ser sustituida por otras preocupaciones asociadas a la equidad social, el empleo, la salud, la educación y lo ambiental, aunque subsistan focos de perturbación producidos por el narcotráfico, el Eln y las disidencias de las Farc. Estas nuevas preocupaciones están, justamente, en el corazón de las motivaciones que han desatado las protestas sociales desde el 21 de noviembre. ¿Vamos hacia un nuevo paradigma?
Basado en la guerra contrainsurgente y antiterrorista, el paradigma uribista surge tras el giro geopolítico inducido por el ataque a las Torres Gemelas el 11 de septiembre de 2001, hecho que puso en marcha la guerra contra Al Qaeda, los talibanes y la invasión a la Irak de Sadam Husein.
Uribe, emergiendo casi de la nada (pues hasta entonces era apenas un destacado político antioqueño), derrotó sin discusión en 2002 a Horacio Serpa en primera vuelta. Ganó en 2006, en 2010 con Juan Manuel Santos, casi casi en 2014 con Óscar Iván Zuluaga, en el plebiscito de 2016 y en las últimas presidenciales con Duque.
En alguna medida, Santos, al romper con la continuidad de la Seguridad Democrática, provocó un cisma en el uribismo, en cuya representación llegó a la Presidencia en 2010. Logró vencer a Uribe en el 2014 apelando al dilema guerra o paz, (y a la mermelada), pero perdió por estrecho margen el plebiscito, y en el 2018 el santismo no tuvo una carta ganadora ni con Germán Vargas Lleras ni con Humberto De la Calle, imponiéndose Duque más por las incertidumbres y los recelos que genera Gustavo Petro (el candidato que más convenía al uribismo para volver al poder), pues de haber sido Sergio Fajardo el contendor en segunda vuelta el resultado habría sido tal vez distinto.
En medio de la declinación del paradigma uribista, diez y siete años después de su nacimiento, hay cambios en la geopolítica mundial. Un signo de estos tiempos son las movilizaciones ciudadanas autoconvocadas desde las redes sociales sin líderes visibles y alrededor de múltiples exigencias, y entre las más masivas y explosivas se destacan las de Hong Kong, Francia y Chile. Este hervor social parece haber contagiado a Colombia en un contexto de crisis de representatividad y confianza de los partidos, el parlamento, la justicia y el gobierno.
¿Qué va a pasar en los meses venideros y qué impacto podría tener todo esto en las elecciones 2022 de Congreso y Presidente? Nadie tiene hoy la respuesta. Cualquier cosa puede pasar.
@HoracioBrieva
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