Aunque cada país y cada democracia responden a realidades y contextos diferentes, en Colombia debemos aprender del error que cometieron los estadounidenses en 2016, cuando, sin pensarlo mucho, se dejaron engrupir del estilo polarizador, desafiante e irrespetuoso de un líder mesiánico y mentiroso como Donald Trump.
En una nación que se ha construido sobre la diversidad federal y los consensos políticos entre demócratas y republicanos, Trump, desde el jactancioso pedestal de su patanería, ignorancia e incultura política, revivió las históricas fracturas de la sociedad norteamericana alentando el supremacismo blanco y el desdén a los negros y migrantes.
Bajo su consigna de hacer más grande a América, desató el nacionalismo, pateó el multilateralismo, retiró a USA del acuerdo sobre cambio climático y abrió un frente de guerra comercial contra China.
El colmo fue la forma estúpida como manejó la pandemia del coronavirus, la que desdeñó y minimizó agigantando las proporciones del contagio y la letalidad.
Trump hizo de la pelea diaria su estilo de gobierno. De su boca nunca salieron palabras de unidad y fraternidad. Lo suyo fue atizar la división y mantener incendiada a la opinión pública.
Colombia debe tomar atenta nota de esta experiencia, sobre todo porque venimos de muchos años de confrontaciones armadas y de ásperas y groseras pugnacidades que han entronizado el odio y la descalificación en el debate público.
Hay que mirar hacia líderes que encarnen la sensatez, el equilibrio, la empatía. Pienso que en Colombia cuando se habla de estar en guardia frente al 2022, hay que estarlo ante cualquier tentativa de persistir en la mentira como arma de la disputa electoral. Trump la esgrimió contra Joe Biden, tildándolo embusteramente de “socialista” y “castrochavista”, y llegó al extremo de afirmar que las elecciones habían sido un “fraude”, lo que provocó la ejemplar decisión de las grandes cadenas de televisión de silenciarlo por mentiroso. Es una lección que debe aprender el periodismo colombiano.
En contraste, el lenguaje y la actitud del nuevo presidente de los Estados Unidos siempre se ajustaron a la mesura. Nunca se salió de casillas. Jamás utilizó un adjetivo sangriento o una frase venenosa para responder a Trump y a su jauría de fanáticos.
Vamos a ver qué tono asume la campaña presidencial de 2022 en Colombia, que desde ya se proyecta peligrosamente cargada de enormes tensiones. Ojalá en nuestro país, para bien de la democracia, se termine imponiendo un candidato que simbolice la ecuanimidad y la tolerancia.
Biden es lo que algunos despreciativamente llaman “tibio” porque no se puso de igual a igual con su altanero contrincante. Estoy convencido de que un presidente moderado es lo que también necesita Colombia para empezar a bajarle los decibeles a la desmesura verbal que se instaló con virulento arraigo especialmente en las redes sociales.
@HoracioBrieva
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