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La era Gustavo Petro

Me pareció que el discurso de posesión plantea un sueño de país lleno de desafíos.  Desde la tranquilidad de países como Canadá uno se reafirma en que Colombia sin la paz jamás podrá ser viable. Vivir sabroso es vivir en una sociedad donde la vida sea sagrada. No será fácil porque Colombia se convirtió en el mayor productor y exportador de cocaína del mundo y este negocio cambió nuestros valores y alimenta los comportamientos violentos.  

Escribí esta columna en Edmonton, Canadá, donde vine por unos breves días a acompañar a Laura, la tercera de mis cuatro hijas, en su boda con un joven ucraniano de ancestros rusos (interesante combinación). Y desde esta ciudad petrolera, que por estos días disfruta el verano, seguí las incidencias de la posesión presidencial. 

Pienso que era comprensible que Gustavo Petro quisiera que la espada de El Libertador hiciera parte del decorado patriótico del evento de la Plaza de Bolívar. Es un símbolo que representa a una generación forjada por Jaime Bateman. 

Antes de hablar del discurso, diré que me agradaron las palabras que improvisó Petro en la toma de posesión de los ministros por el énfasis que hizo en que su Gobierno no debe ser un Gobierno encerrado en los fríos despachos capitalinos y en que será clave que no pierda la conexión dialogante con los ciudadanos, de cuya aprobación depende la legitimidad. Además, el relacionamiento del gabinete con las regiones será fundamental. 

Me gustó también que Petro señalara la necesidad de designar viceministros y viceministras que interpreten su votación juvenil y que hagan escuela al lado de los veteranos que presidirán los ministerios. 

Me pareció que el discurso de posesión plantea un sueño de país lleno de desafíos.  Desde la tranquilidad de países como Canadá uno se reafirma en que Colombia sin la paz jamás podrá ser viable. Vivir sabroso es vivir en una sociedad donde la vida sea sagrada. No será fácil porque Colombia se convirtió en el mayor productor y exportador de cocaína del mundo y este negocio cambió nuestros valores y alimenta los comportamientos violentos.

Si el Gobierno logra el desarme del Eln y de las disidencias y consigue que los clanes del narcotráfico se acojan a la justicia, y profundiza la implementación del Acuerdo de Paz de Juan Manuel Santos y las Farc, habremos dado un paso muy grande. 

A la vez, Colombia debe avanzar en la superación de la agresividad que se acentuó en los últimos veinte años, entendiendo, por supuesto,  que en una sociedad democrática es indispensable la controversia. El buen ejemplo, para lograr irradiar a toda la sociedad, debe partir de arriba, del presidente, de los ministros, de los congresistas, de los jefes políticos, de los medios de comunicación y de los líderes de opinión. Se necesita un país que discuta con intensidad sus asuntos, pero sin ofensas, sin irrespetos, sin descalificaciones y sin odios.

Y como el espacio se me agota, añadiré algo muy importante: Colombia requiere en este cuatrienio progresar en equidad. En Canadá he podido darme cuenta de qué es eso. Significa que la gente trabajadora disfrute de comodidades, de un alto nivel de vida, y que los ricos no hagan ostentación de su riqueza. Eso es una sociedad equilibrada. Colombia no puede seguir siendo un país tan pobre y desigual. Tenemos que crecer con mucha justicia social.

@HoracioBrieva

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