Los Char simbolizan, desde hace años, un gran poder económico sostenido en una pujante plataforma de negocios. Políticamente han logrado un notable poderío local y regional bajo el liderazgo del patriarca de la familia, don Fuad, un hombre sagaz y visionario, quien ha venido soltándoles la cometa a sus hijos Alejandro y Arturo, siendo Alex el más visible, al punto de que ya lo empezaron a ofertar como futuro presidenciable. David, el excongresista, es el único miembro de la parentela que prematuramente arruinó su carrera pública por sus cruces con el paramilitarismo, razón por la cual cayó en manos de la Justicia y hoy tiene la expectativa de aminorar su castigo acudiendo a la JEP.
El poder de los Char es, por supuesto, fundamentalmente económico y se cimenta en largos años de éxito comercial creciente. El dinero, sin embargo, no lo resuelve todo en política, aunque suene paradójico. Tampoco en la vida.
Eso quedó ejemplarizado la semana pasada, cuando, tras la dominical columna-bomba de Germán Vargas Lleras, tuvieron que recular táctica y estratégicamente, pues si no lo hacían, como escribió Cecilia López Montaño aquí en EL HERALDO, ingresaban a una pelea de toche con guayaba madura, donde la guayaba era el charismo. Iban a salir seriamente picoteados en un cuerpo a cuerpo con Vargas Lleras.
Al tiempo que varios medios de comunicación del país soltaron la noticia sobre la posibilidad de una candidatura presidencial de Alex. Así que ratificaron la jefatura del líder del partido, pero le surgió competidor.
Cuando salió la columna de Vargas Lleras, alguna gente dijo que con qué autoridad moral sermoneaba a Iván Duque por seducir con mermelada a integrantes de partidos diferentes a los de la coalición de gobierno.
Claro. Es verdad que Vargas Lleras fue el príncipe de la mermelada en la administración de Santos. Con ella creyó que podía heredar la Presidencia de la República. Lo nuevo hoy es que existe un componente en la política colombiana que hay que integrar. Se trata del Estatuto de la Oposición, surgido del acuerdo de paz, que demarca claramente el rol de las bancadas partidistas del Congreso frente al Ejecutivo.
Ahora las bancadas se describen como gobiernistas, de oposición o independientes. Y Cambio Radical se definió como independiente. En consecuencia, quienes dinamitaron la unidad del partido fueron los charistas desobedientes. Y fue el gobierno el que agredió, para lograr la aprobación del Plan Nacional de Desarrollo, la norma que hoy traza la conducta de los partidos en el parlamento.
@HoracioBrieva
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