Las facultades de comunicación y periodismo de Colombia le rinden esta semana un homenaje al escritor Juan Gossaín Abdalah.
Lo hacen porque Gossaín ha sido un referente obligado en la formación en generaciones enteras de comunicadores, que a instancias de las escuelas o de la intención personal, lo han visto como ejemplo o razón inspiradora.
Juan no pasó por una facultad. La razón es que en su época no existía ninguna. Sin embargo, tuvo la fortuna de encontrarse con maestros adecuados: En la biblioteca de La Esperanza, con Francisco Guerrero, el tutor de sus lecturas, y en los pasillos del colegio con el indomable profesor Fragoso, que lo confinó a los libros.
Antes, en el viejo San Bernardo, había llegado a su vida el maestro Manuel Joaquín Paut, o Canabal, como inexplicablemente le llamaban.
Paut o Canabal dictaba las clases de 7 de la mañana a la una de la tarde. A esa hora se ponía la ropa de monte y salía a cuidar su huerta.
Más que una escuela, aquella era un aula comunitaria, con piso de la misma tierra que acicalaban de mañana los primeros estudiantes en llegar.
Eso era el rompimiento de toda formalidad. Gossaín no dio una sola clase con uniforme, ni tenía libros dentro de un maletín.
Un día, Paut supo que los estudiantes, más que clases, lo que querían era leer los cuentos de Disney. Y entonces se los puso como libros de texto.
Los niños, por supuesto, adquirieron unas formas muy particulares de hablar. Cuando algo les sorprendía, por ejemplo, exclamaban: ¡Recórcholis! O si un juego les salía mal: ¡Pamplinas!
Paut se dio cuenta de que la educación se infunde a partir de lo que le gusta a los muchachos, de manera que Gossaín nunca hizo tarea de aritmética o una tarea de geografía, pero aprendió lo que debía de aritmética y de geografía.
El miércoles, Afacom destacará que a los 3 años conoció los cuentos de Las mil y una noches, a los 5 empezó a teclear en una máquina de escribir, a los 8 fundó su primer periódico, a los 10 conoció a Conrad y se enamoró de los escritores clásicos, a los 13 dictó su primera conferencia, a los 14 escribió los primeros poemas y cuentos, y a los 15 empezó a corregir diccionarios.
Con un tiempo más adulto –dirá también– escribió cuatro novelas, tres libros de cuentos y dos compendios de crónicas periodísticas; fue escogido como miembro de la Academia Colombiana de la Lengua española en su condición de cultor excelso de la herencia de Cervantes; durante casi tres décadas despertó a los colombianos como director de noticias de una de las más prestigiosas cadenas radiales del país, y aunque en una de esas mañanas anunció su retiro, en los cuarteles de verano de Cartagena siguió haciendo periodismo.
Pero en la sombra del auditorio de la Universidad del Norte rondará el profesor que enseñaba a leer con el Pato Donald y por la tarde se iba a tirar machete. Un genio de la enseñanza, como, la víspera de los honores, lo llamó su alumno más ilustre.
albertomartinezmonterrosa@gmail.com - @AlbertoMtinezM
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