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Opinión

El aire que respiramos

La atmósfera que rodea nuestro planeta está conformada por una mezcla de gases y partículas diminutas. Los gases reciben genéricamente el nombre de aire, y durante los millones de años de nuestra evolución, su composición se ha modificado, inicialmente como consecuencia de fenómenos naturales y más recientemente por la actividad humana.

Desde la primera vez que se usó el fuego para generar calor y luz, hasta los procesos productivos complejos de la actualidad, la contaminación antropogénica (la que causa el hombre) ha deteriorado la calidad de la atmósfera, generando condiciones que han afectado la salud de la especie. La revolución industrial, la refinación del petróleo y el surgimiento de la industria automovilística son considerados hitos en avances tecnológicos que aceleraron la afectación por este tipo de contaminación y condujeron sus efectos a escala global.

La Organización Mundial de la Salud calcula que al año mueren en el mundo cerca de 7 millones de personas por enfermedades relacionadas con la mala calidad del aire que respiran. Históricamente, las enfermedades más estudiadas por su alta frecuencia han sido las respiratorias y las cardiovasculares, pero un nuevo grupo de afectaciones ha empezado a cobrar importancia en las comunidades expuestas. Recientemente el investigador colombiano y profesor de la Universidad del Norte, Julián Fernández-Niño, publicó con su grupo varios estudios en los que llama la atención acerca de la asociación existente entre los altos niveles de polución del aire y la disminución de funciones cognitivas en adultos mayores, la aparición de trastornos depresivos y el bajo peso al nacer. En la misma línea, la escuela de salud pública de Harvard reveló un estudio donde evidencia la relación entre la exposición a partículas finas contaminantes del aire (humo o plomo) durante el embarazo, y la aparición de trastornos del espectro autista en los hijos de las mujeres expuestas.

En lo que a contaminación se refiere, lo que se ignora puede hacer daño, y al ser la polución del aire un factor modificable, existe la obligación ética y moral de los gobiernos de monitorear de manera adecuada la calidad del aire de los grandes centros urbanos. En Colombia, ciudades como Bogotá, Cali, Medellín y Bucaramanga tienen sistemas de monitoreo de acceso público con datos que pueden ser consultados en tiempo real. Barranquilla si bien ya cuenta con unas pocas estaciones de monitoreo, la información que se obtiene de ellas es aún limitada.

La topografía de nuestra ciudad y la presencia casi permanente de vientos tiene un efecto de dilución en la contaminación generada por el parque automotor. Estas condiciones pueden protegernos dentro de ciertos límites, los cuales se podrían estar rebasando con las frecuentes quemas en el Parque Isla Salamanca y con el desarrollo de grandes proyectos viales como el de la circunvalar de la prosperidad con su trazado por zonas densamente pobladas.
Poder respirar un aire limpio es responsabilidad de todos. Lo que hagamos juntos tendrá mayor impacto en términos reales. No contaminemos y denunciemos a quien contamina. Debemos hacerlo para cuidar nuestra salud.

hmbaquero@gmail.com
@hmbaquero

 

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