El Heraldo
Opinión

Adaptarse para sobrevivir

La semana pasada un grupo de jóvenes recibieron, en ceremonia de grado virtual de la División Ciencias de la Salud de la Universidad Del Norte, el diploma que los habilita para el ejercicio profesional de la Medicina y la Enfermería.

Muchas historias de vida de graduandos que conforman este grupo quedarán para siempre en la memoria de nosotros, sus profesores, y por supuesto de la institución.

Sin ningún criterio de selección diferente a la limitante del espacio y la cercanía con ellos, narraré algunas con el fin de mostrarles una vez más los seres humanos que están dentro de los imprescindibles equipos de protección personal que usamos ahora, y que les hace protagonistas anónimos.

Acceder a la educación superior en la Costa Caribe es una oportunidad que solo un poco más del 30% de los bachilleres de la región se pueden dar. Hacerlo a un programa de Medicina, en una institución acreditada, donde se presentan entre 8 y 10 candidatos por cada cupo disponible, hace aún menos probable el logro en términos poblacionales.

La enfermera de esta breve historia aplicó por un cupo en Medicina, aspiración que no pudo materializar y que generó en ella una gran frustración. A pesar de su joven edad, trabajaba como auxiliar de enfermería para pagarse sus estudios en caso de ser seleccionada, pues con sus salarios y el apoyo de su familia estaba decidida a profesionalizarse en el área de la salud.

Ante la no obtención del cupo tuvo la lucidez necesaria para adaptarse a la situación y considerar como opción iniciar sus estudios en el programa de Enfermería; finalmente era lo que venía realizando como oficio. En los cuatro años que transcurrieron siendo estudiante, nunca dejó de trabajar, hizo muchos turnos nocturnos en una unidad de cuidados intensivos, donde como suponen, no es mucho lo que se logra descansar. A pesar de la gran carga de trabajo, no disminuyó su rendimiento académico, y lo más importante, logró encontrar la felicidad a través del servicio, sello distintivo del programa del cual ahora es egresada.

La segunda historia es de un joven médico, que en el colegio siempre se distinguió por su buen rendimiento académico; es hijo de padres médicos y miembro de una familia en que mal contados, desde sus abuelos, hay más de 15 profesionales de la medicina. Sin muchos más argumentos que la vocación generada por imitación, este joven decidió crecer el número de galenos en su grupo familiar.

La confianza por una trayectoria escolar destacada pronto se perdió ante la nueva realidad cargada de frustraciones académicas. Aceptarse, ya no como el mejor del grupo, le permitió finalmente destacarse y disfrutar de su proceso formativo.

Como lo anuncié al inicio, son solo dos de las múltiples historias de este grupo, en las cuales los protagonistas tuvieron que adaptarse para superar las dificultades que les planteó la vida.

A esta generación muy rápido se le cumplió la predicción de que deberían desarrollar competencias adaptivas para sobrevivir. No fue fácil enfrentarse a la declaración de pandemia, tampoco lo fue atreverse a continuar en ambientes clínicos con exposición incierta y menos aceptar que la ilusión de una ceremonia presencial de grado mutara a una gran reunión virtual.

El desafío al que nos estamos enfrentado como humanidad nos platea la necesidad de reinventarnos en lo personal y en lo colectivo. Ámbitos como el político, el académico y el económico deberán ser transformados, y lo están siendo. Ojalá lo anterior nos permita mejorar como especie.

@hmbaquero

hmbaquero@gmail.com

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