Mi hijo mayor se llama Juan Manuel por Serrat, su escogencia corresponde a una época en que la composición y música de este cantautor llenaron mi espíritu adolescente. Mi hija se llama Anacaona por las vivencias en las esquinas del barrio Rebolo, en especial en el cruce de la 28 con 28, Calle Almendra con Bocas de Cenizas, en un bar llamado Casita de Paja en el que pasamos de lo lindo bailando alrededor de ese tótem sonoro llamado picó dirigido por Alberto de la Hoz. En esa época, marcada por la música salsa, estábamos tan metidos en el cuento que escogimos para nuestras hijas los nombres que sonaban en la máquina sonora, Jorge Algarín le puso Paula Cé a su hija mayor, el otro escogió Celia, aquel dijo Salomé, una escogió Fania. Nos tildaron de locos, que le íbamos a dañar la vida a esas niñas con esos nombres, pero nosotros seguimos bailando.
Este 5 de agosto se cumplió un aniversario del fallecimiento de Catalino Curet Alonso, Tite, para sus amigos, nosotros los de la esquina, los que cantamos en coro a las caras lindas de mi gente negra, o los que, despechados, le hicimos la segunda voz a Héctor Lavoe para leer el periódico de ayer. Cuando sonó Anacaona en la esquina fue como una iluminación al espíritu rumbero, la versión de Fania (en vivo en el Cheetah, New York, 1972) nos puso a tirar un pie a todos. /Anacaona, india de raza cautiva; Anacaona, de la región primitiva/ Anacaona, areito de Anacaona/. No sabíamos qué era un areito, pero bailábamos el piano de Larry Harlow con el estilo arrebatao de por aquí y seguíamos las notas redondas de los trombones o los pitos de las trompetas, mientras nos enterábamos por boca de Cheo Feliciano lo que contaba Tite sobre la heroína de marras.
No me quedó ninguna duda en que ese sería el nombre de mi hija que estaba próxima a nacer.
En una ocasión en que vino Cheo Feliciano a Barranquilla, yo estaba estudiando fuera del país, mi hermana Miriam se adelantó a todos a la salida del escenario y pudo llegar al cantante para darle las gracias por esa canción y decirle que tenía una sobrina con ese nombre gracias a Tite y a él. Esa noche me llamó emocionada para decirme lo que había hecho.
Algún tiempo después en un Barranquillaz, luego de una presentación de Larry Harlow, tuve la grata oportunidad -en casa de Abraham Rais o Samuel Minski, no recuerdo-, de estrechar la mano del pianista y darle las gracias por ese solo de piano porque fue decisivo para que yo escogiera el nombre de mi hija. Me dio la misma mirada que Serrat cuando tuve la oportunidad de explicarle lo del nombre de mi hijo en un festival de cine de Cartagena.
Homenaje a Tite de parte de todos en la esquina y de parte mía, porque me dio la oportunidad de escoger para mi hija un nombre que ha llevado con mucha bacanería, pues ha estado a la altura de lo que representa ese mito a nivel sociológico en el universo de la rumba salsera.
haroldomartinez@hotmail.com
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