Uno de los vaciles más bacanos del béisbol es ir a buscar un foul ball a las gradas en un afán de llevar a casa un trofeo que sirva para recordar que ese día se inscribió una historia más de un partido de pelota caliente, como se le llamaba antes, y fuimos testigos, estuvimos allí para presenciar la hazaña, esa pelota es la prueba. Yo me hago por la tercera base, armo la gritería a favor de mi equipo, Gigantes, y salgo como cualquier aficionado a buscar el foul que caerá por ahí cerca. Es como volver a recordar la época en que lo jugamos –representé a la Universidad del Cauca en juegos universitarios como pitcher, cátcher y out field- y la emoción que representa saltar de la silla para ir a buscar esa pelota que puede que caiga lejos, pero el instinto te lleva hasta ella.

Más bacano aún ha sido el hecho de ver cómo se llena cada día más el Édgar Rentería, lo cual representa una respuesta solidaria del público al que le gusta el béisbol a un esfuerzo enorme de armar un campeonato profesional en la ciudad y otras ciudades del país. Al frente de todo ese esfuerzo está la grandeza de la dinastía Rentería para dirigir con criterio deportivo, empresarial y del “show time”, una aventura que es al mismo tiempo una necesidad para la ciudad, en el sentido de tener escenarios de esta naturaleza en los que se ofrezca un atractivo para todo público.

El superlativo de la bacanería en ese estadio es la actitud de los aficionados, como debe ser: alegría y respeto. Diré algo que no quiero que se malinterprete, pero es algo que todos saben, el público que va a béisbol es diferente al que va a fútbol. No estoy juzgando a nadie ni soy excluyente, pero el comportamiento elegante de las personas en el estadio de béisbol, el respeto a los niños en el vocabulario, el respeto a los aficionados del rival, es algo que debe ser resaltado, porque eso es lo que permite ese aire de familiaridad que se respira en las gradas. He visto a personas exigiendo en coro a otros que bajen los pies de la silla de enfrente, eso se llama pertenencia.

Escogí a Gigantes porque tengo entendido que es “el equipo de los Rentería”, no estoy muy informado al respecto, pero me resulta suficiente con eso para sentir que estoy apoyando la causa como aficionado y que, en esa identificación con la divisa estoy rindiendo homenaje a una gloria de nuestro béisbol.

Lo mejor de todo es que no equivoqué la escogencia porque, de ñapa, ganaron su duelo contra el otro equipo de la casa y están a la espera del rival para la serie final. Y ganaron jugando buen béisbol y luciendo como verdaderos gigantes cuando les tocó remontar o aguantar para ganar, más allá de los errores naturales de un partido, o forzados por la brisa. Hubo toda la emoción de unos partidos de campeonato de clasificación para la serie final, con jonrón incluido a pesar de la brisa.

 ¡Vamos, Gigantes, a repartir palo en la final!

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