Como colombiano testigo de una realidad económica, política, social, cultural, que ha afectado de manera dramática nuestras vidas y con el gran temor de saber que estamos al borde de un colapso total como nación porque no hay de parte del Estado una sola manifestación que nos muestre que pueden solucionar tanto problema creado por ellos mismos y que provocan nuestra reacción a partir de las medidas absolutamente lesivas para la mayoría de los colombianos, pero beneficiosas para los que están en el gobierno.
Ninguna persona que se considere mínimamente civilizada puede estar de acuerdo con las masacres y asesinatos específicos que ocurren en el país, independiente de su procedencia. No nos merecemos este baño de sangre que parece no tener fin, debe quedar un mínimo de sensibilidad y estremecimiento en nosotros para conmovernos ante el dolor de muchas familias cuyas existencias han sido marcadas de por vida con sangre.
Estoy marchando a título personal porque mi calidad de vida se deteriora cada vez que me entero de la barbarie diaria, del último corrupto que descubrieron o del otro que le dieron casa por cárcel, o del que se robó el dinero de la alimentación de unos niños, o el dinero del colegio recién inaugurado, o las cifras de deterioro económico nuestro, los que trabajamos, versus los aumentos descarados y prerrogativas que se autodecretan las personas en el poder. Hace años que no veo ni escucho ningún noticiero nacional, eso me ha sanado un poco, pero lo de hoy es inocultable, es un país marchando en un descontento total porque, al parecer, estamos aprendiendo a reconocer que los que trabajamos no somos pobres por culpa nuestra, como pretenden convencernos con su manejo de la información.
Como médico, porque la salud en Colombia es un paciente de pobre pronóstico en sala de cuidados intensivos, no por culpa de los médicos, porque somos muy buenos profesionales, sino porque nuestro sistema actual de salud –copiado de otro país en el cual ya fue eliminado– sólo busca el enriquecimiento de aquellas personas que se inventaron la Ley 100 y volvieron la salud el mejor negocio en este país, un negocio particular disfrazado de popular. Los médicos nos hemos convertido en trabajadores de poca monta a los que se les pone el precio de su trabajo, se los denigra y abusa de mil maneras unas personas que no tienen idea del sacrificio de nuestros padres, ni el que hacemos a diario para ser los mejores médicos para nuestros pacientes.
Estoy marchando como trabajador porque en eso convirtieron la medicina y nos obligan a trabajar en las peores condiciones, nos enfrentan a los pacientes para que les resolvamos lo que ellos no hacen por estar negándole los servicios que ya han pagado, y los que ponen la cara somos los médicos, no los dueños del negocio, y encima de todo ¡no nos pagan nuestro trabajo!
No llevo armas, sólo mi presencia.
haroldomartinez@hotmail.com
Más Columnas de Opinión
¿Qué hacer con las tarifas de energía en la región Caribe?
Las altas tarifas de la energía en el Caribe son un problema social. La afirmación de que mes a mes cientos de miles de familias comen o pagan la luz no es lejana de la realidad. El recibo se puede llevar la cuarta parte de los ingresos de las f
Un faro de esperanza para la juventud
En medio del vendaval de desafíos que enfrenta la juventud contemporánea, marcada por la sombra ominosa de trastornos mentales que irrumpen cada vez más temprano en sus vidas, surge la necesidad imperiosa de tenderles una mano firme, de ofrecer
Café entre Evas
“Qué habría sido de las mujeres en el patriarcado sin el entramado de mujeres alrededor, a un lado, atrás de una, adelante, guiando el camino, aguantando juntas. ¿Qué sería de nosotras sin nuestras amigas? ¿Qué sería de las mu
Para el Descanso
La revisión de los titulares de prensa, o de cualquier otro medio de comunicación, se ha convertido en una seguidilla de sobresaltos. Quizá sea porque en estos tiempos todo se actualiza permanentemente, o porque la dependencia del clic induce l