No existe colegio en Barranquilla, en cualquiera de sus puntos cardinales o estrato social, en el que no haya matoneo, de las más variadas maneras y de todos los niveles de intensidad. He recibido niños y adolescentes de ambos géneros que han sido sometidos por los matones de turno, de cualquier edad o estrato social, a burlas, vejámenes, extorsión, chantaje, abuso físico o sexual, lo hacen a nivel individual o en grupo sin que, al parecer, haya alguien que pueda protegerlos al interior de los colegios o, peor aún, cuando se defienden, lo que se ve es la respuesta del ofendido.
Es un fenómeno social muy complejo y multifactorial que invita a una reflexión hoy 30 de enero acerca del mismo, aprovechando que en esta fecha se celebra desde 1964 el Día Escolar de la No-violencia y la Paz (Denip), ya que en este día se conmemora la muerte de Mahatma Gandhi, asesinado a tiros en 1948. La iniciativa se debió al profesor español Llorenc Vidal con el objetivo de crear una educación en y para la tolerancia a partir de reconocer al otro como un legítimo otro, así mismo, el respeto, la solidaridad, la no-violencia, lo que es una cultura de paz por encima de cualquier concepto de etnia, cultura, educación, religión.
Es muy probable que en muchos colegios de la ciudad ni siquiera se han enterado qué se conmemora en este día y el significado que debería tener para tales instituciones escolares, porque nuestra realidad está lejos de esa fantasía, teniendo en cuenta las condiciones mencionadas. No es fácil cambiar un paradigma social porque depende de las superestructuras, pero sí se puede y se debe crear cultura de paz desde los colegios, utopía necesaria a partir de una “reingeniería” de la educación actual en nuestro país que tiene absoluta necesidad de un recambio, de una forma distinta de ser educados en la escuela pública y privada, basta con crear la Cátedra de Cultura de Paz. Es lo único que puede parar este canibalismo cultural en que nos estamos agrediendo de mil maneras, léase cultura como la unión de todos los estamentos de la superestructura.
Aprovecho la conmemoración para recordarles a todos los educadores que el colegio es el segundo hogar, un espacio en el que además de enseñar conceptos deben ofrecer protección y seguridad a cada alumno, un profesor que escucha y actúa puede hacer la diferencia al defender a un chico o chica víctimas de unos matones y matonas que se asocian para maltratar a otros. Basta con esta contención y sentido de justicia para que el menor se sienta protegido, después vendrá la reeducación a los maltratadores. Ese es un buen comienzo para iniciar una cultura de paz en los colegios sin esperar a que salgan los decretos gubernamentales.
Nuestra sociedad colombiana padece un trastoque valores que nos exige un cambio desde la escuela. Sin ser apocalíptico, no hay otra alternativa para salvarnos como país.
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