Me ha dado mucha envidia ver a varios de mis amigos con la manga de la camisa recogida en el hombro y en su deltoides una jeringa enterrada para la aplicación de la vacuna contra la covid-19; con tapabocas, pero los ojos delatan sonrisa en algunos y dolor en otros. Envidio que se las hayan aplicado y yo todavía averiguando fecha, hora y lugar, para que no me suceda ninguno de los absurdos que ocurren en este país ante circunstancias de alta complejidad. Todos están bien, asintomáticos de cualquier efecto colateral distinto al dolor natural por el pinchazo; unos esperan una segunda dosis, otros ya tuvieron con una sola aplicación.

Como en Colombia no hay la lógica natural para que se den las cosas a nivel general, sino que se satisfacen primero ciertos intereses, esto puede llevar a que en un momento determinado se cambien todas las reglas del juego y, aquella vacuna que se acordó inicialmente, ya no puede ser porque la chiva parió en el monte y los chivitos se perdieron; por lo tanto, en adelante se hará con tal vacuna la que se acomode a su forma de manejar las cosas.

Así que, busqué consensos y recibí información seria de colegas médicos acerca de la efectividad de las vacunas, para encontrarme con estas conclusiones preliminares: Es muchísimo mejor recibir cualquiera de las tres vacunas que exponernos a una infección con el coronavirus, ya que todas reducen de manera muy similar los riesgos de hospitalización o la muerte. No tiene ningún sentido postergar la vacunación.

A la de Pfizer se le reconoce un 95% de eficacia, a la de Moderna 94% y la de Johnson & Johnson es de 66%, lo cual ha dado para cualquier cantidad de escritos a favor o en contra. Yo prefiero guiarme por una anécdota que narraba al New York Times un experto en enfermedades infecciosas acerca de una reunión con expertos en salud pública en la que se preguntaban qué recomendación le harían a su pareja si pudiera vacunarse con la de Johnson & Johnson al día siguiente, o con la de Pfizer o Moderna en unas 3 semanas, y todos contestaron en coro: ¡Consigue la de mañana!

Eso me tranquilizó bastante porque puedo despreocuparme de cualquiera de los “imponderables prefabricados” con los que amanecen nuestros días y sus sorpresivas noticias, que pueden anunciar la adquisición de la que supuestamente tiene menor eficacia, por las razones que ya sabemos.

Ahora me toca soltarle adrenalina a la consecución de mi vacuna porque la vaina se está poniendo tesa. Saco cuentas: como médico en una supuesta primera línea de prioritarios no me he vacunado, preocupante; por edad, me toca en una segunda fase que comienza ahora y para la cual volví a llenar mis datos en la EPS y averigüé en el sitio donde trabajo, estoy planillado, pero nada.

En mis ideas se interpone un fantasma temido en el país: vencimiento de términos, con lo que puedo perder mi derecho a la vacuna. Ay, de mí.

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