Acompañé a mi hija de 11 años a la coronación de los reyes del carnaval infantil porque estaba como invitada especial la cantante Karol Sevilla, a quien sigue desde cuando se aficionó a la serie de televisión en la que esta chica aparece llamada Soy Luna, y no podía perderse el espectáculo. Así que, se puso su chaqueta con la foto de Karol alusiva a la serie, yo me puse pinta de papá que lleva a su hija a un concierto y llegamos a Puerta de Oro.
Mientras hacía la fila a la espera de que abrieran las puertas para ingresar al escenario, frente a nosotros se presentaba un adolescente de 14 años, cartagenero, sonando en su acordeón los complejos acordes de monstruos de la digitación como Aníbal Velásquez o Alfredo Gutiérrez, y lo hacía muy bien. Además, ¡cantaba las canciones!, con uno que otro ronquido propio de la edad, pero educable. Me he recriminado ser tan bruto con la tecnología porque, al no conseguir un lápiz, no se me ocurrió que podía apuntar sus datos en el celular. Sobre todo porque la última canción fue una que compuso al Carnaval de Barranquilla, muy buena, que valdría la pena conseguir para grabar y promocionar.
La segunda fue que, dentro del espectáculo de coronación –una excelente versión carnavalera de Alicia en el país de las Maravillas–, brilló el Rey Momo Infantil, un chico llamado César Andrés de la Hoz Padilla, 12 años de edad, un espectáculo aparte. Este chico es un actor natural y, al parecer, también percusionista, porque representó un baterista o un conguero, y su actitud era la de persona que tiene conocimiento del instrumento. Tiene enormes cualidades histriónicas, sí, de actor teatral con toda la gesticulación y corporalidad que esto exige. Por favor, cuídenlo y guíenlo, es un diamante en bruto.
La tercera fue el show de Karol Sevilla, de quien tengo un cierto conocimiento porque hace parte del paisaje de las conversaciones con mi hija, pues, me cuenta algo de su biografía o acerca de alguna canción o presentación de la cantante. Antes no estaba interesado en saberlo, ahora sí, después del espectáculo que brindó esta joven cantante en el que, más allá de líricas interesantes, bien construidas, con mensajes sobre el amor desde otras perspectivas, como canciones de agradecimiento a la abuela y personas significativas en su vida, también supo enganchar a los chicos en una “pinkypromes” en la que los comprometía a estudiar para cumplir sueños y ayudar en las labores de la casa. Por supuesto, levanté mi meñique.
De repente, Karol bajó del escenario y se acercó donde estábamos nosotros, mi hija le dijo en clave “hola, fantabulosa”, y ella le contestó “ah, has visto la serie” y le dio la mano a mi hija. Lindo para ella pero terrible para mí, porque, desde ese momento, se la pasó repitiendo una y otra vez, de manera obsesiva “papá, me tocó la mano, no me la lavo más nunca”. ¿Me imaginan?
A veces nos tocan cosas…
haroldomartinez@hotmail.com
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