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Hablemos de fútbol | Se va la sonrisa del fútbol

Ronaldinho anunció en estos días su retiro oficial del fútbol. Afortunadamente, fue un crack de la era audiovisual, así que, no obstante que ya no juegue competitivamente, podremos ver cada vez que queramos sus imágenes y nos deleitaremos con sus gambetas, sus pases, sus goles. Su magia.  Cuando en mis conferencias a grupos empresariales les hablo de conseguir disfrutar de la función que tienen que desarrollar, lo hago proyectando una imagen de Rodaldinho riéndose. Que es lo mismo que jugando, porque jugaba feliz. 

No podía yo elegir, como apoyo al concepto de poder sentir placer en medio del trabajo para hacerlo mejor, a otro futbolista porque Ronaldinho lo fue por antonomasia. Él fue el más puro representante del fútbol juego, el mejor defensor de su lado artístico, libre. El fútbol es deporte, es profesión, es negocio, pero siempre tendrá un componente lúdico y ese fue custodiado hasta las últimas consecuencias por Ronaldinho.

Se divirtió y nos divirtió. Qué sensibilidad para hacerle un túnel al rival de espalda y con la suela del zapato. Qué prestidigitador para hacer un pase hacia el lado contrario del que anunciaba su mirada, su cuerpo.

Qué improvisación para rematar de media chilena un centro de su compañero. Qué sutileza para transformar en gol un tiro libre por encima de la barrera. 

Cuántas veces nos hizo creer que había trasladado un domingo de playa brasileña, amigos y caipiriñas a algún estadio y se regodeaba haciendo sombreritos, amagues, taquitos, rabonas.  Su carisma le permitió jugar siempre de local. Todas las hinchadas lo aplaudieron, lo admiraron y le agradecieron por ser la personificación del futbolista que todos idealizamos y soñamos algún día ser. 

Fue el rey del fútbol menos tiempo de lo que su talento superior mereció. Abdicó su trono muy pronto porque creyó que la jarana que armaba en el terreno de juego la podía extender fuera de él. 

Su declive tuvo su aparición cuando se enamoró de la noche tanto como del balón. Y ya sabemos que no se puede servir a dos amos a la vez. Así y todo, a su regreso a Brasil le alcanzó para conducir al Atlético Mineiro a la obtención de la Copa Libertadores. 

Su legado tiene que ver con la genialidad y no solo con los números. Que son buenísimos y por si solos lo ubican en el pedestal con los mejores: campeón de todo en América y en Europa, y campeón del mundo. “Mucho de lo que soy se lo debo a Ronaldinho”, ha dicho muchas veces Messi. Este, no hay dudas, es el mejor reconocimiento que le pudieron haber dado. Mucho de por qué amamos el fútbol es por lo que hizo Ronaldinho. Eso lo decimos -y lo agradecemos- el resto de los mortales.

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