Gustos y disgustos
En ejercicio de su individualidad el individuo está comandado por sus preferencias, por eso hay a quienes les gusta la carne de res y a quienes les gusta la de cerdo. A pesar de los modelos de conducta determinados por la cultura, por el entorno y la herencia genética, cada persona tiene una forma de pensar, de sentir y comportarse, una especie de libreto personal tan irrevocable que ha requerido de pactos que zanjen las diferencias entre seres de la misma especie. Dado el carácter fatal de los impulsos humanos, el papel de la educación es fundamental, pero su rol más dificultoso quizá sea moderar, mediante lo concertado socialmente, las insólitas propensiones con que los genes y memes nos arrojan a este mundo. Por ellas hay quienes prefieren Chopin a Diomedes Díaz, el reguetón a las tarantelas, el verano a los inviernos, el tequila a la sangría, el ocaso al amanecer y, los perros o los gatos, los hombres o las mujeres, sin hablar de las malévolas devociones que la química cerebral despierta en el amo del mundo. Desde el principio de los tiempos nos caracteriza la diversidad, nos iguala la mortalidad y nos abruma la sexualidad, especialmente cuando esta última no corresponde al modelo heterosexual impuesto por el ritual reproductivo predominante. Pero, aunque una orientación sexual homosexual o bisexual sea reprimida por un individuo –y repudiada por la sociedad–, ella será una inclinación que comandará cada uno de sus actos, y, así como hay quienes son generosos o mezquinos, benévolos o inhumanos, la sexualidad es algo más que una elección, es una circunstancia humana que en Colombia está respaldada por el derecho a la igualdad y la prohibición de discriminación en razón de la identidad de género y la orientación sexual.
Desde esta perspectiva, tanto usted, lector, como yo, también tenemos igual derecho a vivir una sexualidad convencional y a criar familias conforme el libreto personal nos exige. Pero hay que tener respeto por las diferencias. Conceptos como sexo, género, identidad de género y orientación sexual no pueden estar sujetos a rigores religiosos o a contubernios políticos; y ambas cosas han marcado el debate originado por el documento con que el Ministerio de Educación –requerido por la Corte Constitucional– está invitando a los colegios a hacer una reflexión orientada a adaptar sus manuales de convivencia al cambio de imaginario que presenta hoy el concepto de diversidad sexual. La decisión de cómo hacerlo es potestad de cada institución, con ayuda de los padres de familia. En todo caso, es tan desacertado pretender la súbita construcción de una Colombia incluyente valiéndose únicamente de la ley, como querer eternizar la Colombia excluyente mediante la censura ejercida por una maquinaria recalcitrante e incapaz de considerar cuánto sufrimiento albergarán los clósets de sus propias familias.
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