Segundo tiempo: 1 - 0 ganando Inglaterra. Faltan pocos minutos para que termine el partido. Estamos con un pie afuera del Mundial de Rusia 2018. La esperanza se apaga. Nos comemos las uñas. Nos agarramos las manos con el compañero de trabajo. Cruzamos miradas con el desconocido en el bar. Se siente la tensión. La Selección Colombia deja todo en la cancha pero no llega el gol. El árbitro mete zancadillas, como si no fueran suficientes las que sufrimos a diario. Nos cuesta… cómo nos cuesta. Nada nunca ha sido fácil para nosotros. Y, de repente, en un abrir y cerrar de ojos, en esa sincronía perfecta entre Mateus Uribe, Cuadrado y Yerry Mina, el joven de Guachené mete gol. Y todo el país se abraza. Estalla la alegría. Un pueblo unido gracias al fútbol… un mismo sentimiento. Todos somos colombianos.
En medio de la euforia por la posibilidad de pasar a cuartos de final, en Palmar de Varela, Atlántico, asesinaron en su casa, mientras veía el partido, a Luis Barrios Machado, líder comunal. Y así, como el fútbol, como la vida misma, en un abrir y cerrar de ojos le metieron un “gol”. La violencia siempre presente, susurrando a la realidad –que más bien parece irrealidad–, una especie de delirio que nos prohíbe avanzar.
El día anterior al partido, se cumplieron veinticuatro años del asesinato de Andrés Escobar, víctima del paramilitarismo, de ese déjà vu que se llama violencia pero que parece una condena perpetua. Y en la mañana, antes de que comenzara el partido, ocurrió una masacre en Argelia, Cauca. Todo se entrelaza y nada tiene que ver.
Nos fuimos a penaltis. El país tiembla de emoción. Estamos tan cerca de lograrlo. David Ospina impide un gol. Saltamos de alegría. El triunfo está de nuestro lado. Luego, botamos un penalti. Después, el arquero inglés tapa otro. Así, en un abrir y cerrar de ojos, como la vida misma, perdimos, nos metieron gol. Fuimos eliminados del mundial. El orgullo de un equipo que dejó todo en la cancha y que no paró de luchar ni un segundo. La tristeza nos unió. Todos somos colombianos.
El fútbol representa la vida. En Colombia celebramos cada triunfo como si nos hubiéramos ganado la copa. Me atrevería a decir que ningún país festeja con tanta intensidad como nosotros. Llenamos los estadios en Rusia. Cantamos el himno a grito herido. Sentimos tanto. Y cuando perdemos nos duele profundamente. Esa desazón que nos hace tan colombianos.
La violencia nos mete goles a diario. Estamos en el mundial de los asesinatos sistemáticos a líderes sociales y casi somos campeones. Parece que nos afecta más la eliminación del encuentro deportivo que el posible regreso de la guerra. Pero quiero pensar, ingenua que soy, que esa euforia al ganar un partido y ese dolor infinito cuando lo perdemos, son las formas que encuentra la indiferencia para exteriorizarse. Sentimos un peso. Sentimos a Colombia… esa congoja en el alma.
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@MariaMatusV
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