Elvis
Su infancia resulta definitiva en su formación artística, y la película lo remarca con insistencia, aunque no lo suficiente para justificar lo que sucedió con él, y con tantos cantantes y músicos blancos, quienes se apropiaron temas musicales de la cultura afroamericana sin reconocimiento alguno de derechos de autor.
Como es de esperar con cualquier película dirigida por Baz Luhrman (Moulan Rouge, Australia o El Gran Gatsby), Elvis contiene algo grandioso y espectacular, que merece ser visto en pantalla gigante, a pesar de las redundancias que pueda tener.
Los estrambóticos escenarios, la velocidad de las escenas y los movimientos de cámara nos hacen sentir que no hay momento para tomar un respiro. Y es que todo sucede como lo espera y planifica el siniestro mánager y narrador de la historia, el coronel Tom Parker, interpretado por Tom Hanks, revestido de elementos prostéticos.
Este detalle, que, a diferencia de otros “biopics”, cambia el punto de vista de la historia, le da un carácter único, que revela aspectos desconocidos acerca del venerado personaje.
Elvis, interpretado por Austin Butler en su primer rol de esta categoría, fue un individuo bastante simple en su vida privada, cuya transformación realmente se producía tan pronto subía al escenario. Y es esto lo que detecta de inmediato Parker cuando lo ve en acción, y le propone hacerse cargo de su carrera.
Su infancia resulta definitiva en su formación artística, y la película lo remarca con insistencia, aunque no lo suficiente para justificar lo que sucedió con él, y con tantos cantantes y músicos blancos, quienes se apropiaron temas musicales de la cultura afroamericana sin reconocimiento alguno de derechos de autor.
Los comienzos del ídolo del rock son representados por el joven Chandon Jay, a quien vemos conviviendo con su madre en un barrio de afroamericanos de escasos recursos en medio de una precaria situación económica. Su inquisidora mirada se introduce en diversos escenarios locales, desde el góspel de las iglesias hasta el blues de los bares, absorbiendo la cultura hasta que queda incorporada en su sistema.
Más adelante lo vemos trabajando como conductor, cargando su guitarra al hombro y presentándose en pequeños escenarios cautivando a la audiencia con sus insinuantes movimientos de cadera.
Pronto saltamos al espectáculo de Steve Allen, y luego lo vemos escapándose a ver a B. B. King (Kelvin Harrison JR) en Memphis.
Se enamora de Priscila (Olivia DeJonge), mientras importantes eventos sociales y políticos suceden a su alrededor, como el asesinato de Martin Luther King o John Kennedy, los cuales no alcanza a digerir lo suficiente bajo la constante presión de su mánager dedicado exclusivamente a multiplicar ganancias.
A pesar de su fortaleza, Elvis es maniobrado con facilidad por el siniestro personaje, que ni es coronel ni se llama Parker. En ocasiones es forzado a cambiar su repertorio o su vestuario en favor de la opinión pública. Lo siguiente fue Hollywood, haciendo papeles superficiales, y su último compromiso con el Hotel Internacional en Las Vegas muestra el extremo de la manipulación, hasta llegar a la inevitable decadencia.
A pesar de las fallas narrativas que el filme pueda tener, los números musicales son cautivadores, y ningún director podría haber captado mejor la esencia del personaje que Luhrman.
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