A finales del siglo XIX eso de llamar a España mala madre –salvo para algunos escritores contestatarios e iconoclastas–, ya no se estilaba. El proyecto de la Regeneración con su vocación de reformatorio, hacía rato se había instalado en el país, y la nación asistía a los tiempos en que se pregonaba la unidad nacional a partir de la idea de una religión, una lengua, una patria. La lengua y la religión eran herencias del imperio español, y por ese legado Colombia debía estar eternamente agradecido.
Pero hubo un presidente al que se le fue la mano con los agradecimientos a España. El 16 de marzo de 1891, la reina María Cristina de Habsburgo –quien ejerció la regencia en nombre de su hijo Alfonso XIII hasta que este cumplió 16 años de edad–, firmó el Laudo Arbitral Español, fallo con el se resolvió el conflicto fronterizo entre Colombia y Venezuela. Agradecido con la gestión diplomática de la reina, al año siguiente, el presidente de Colombia Carlos Holguín Mallarino, decidió obsequiar a España 31 orejeras, 21 narigeras, 11 cuentas de collar, 8 colgantes, 3 recipientes, 2 instrumentos musicales, 1 corona y otros objetos de oro puro de la cultura indígena Quimbaya, que sumaban en total 122 invaluables piezas.
No se trataba de la garra de águila que el presidente Guillermo León Valencia le obsequió al compositor Rafael Escalona, ni de un sombrero vueltiao, una ruana o cualquier artesanía representativa con las que los mandatarios colombianos suelen agasajar a sus homólogos durante las visitas al país; lo que Holguín, en su arrebato de generosidad presidencial y amor hispanista, mandó a empacar y enviar por barco a Madrid, como quien dispone de su patrimonio personal, era nada más y nada menos que la mayor colección de piezas de oro de todo el territorio americano.
Hace unos días, la Corte Constitucional ordenó a la Cancillería colombiana recuperar el tesoro Quimbaya que hace parte del patrimonio cultural de la nación. A veces la historia se manifiesta en el presente de forma interesante. A quien le corresponde realizar todas las gestiones que sean necesarias para que esas piezas patrimoniales vuelvan al país, es a la canciller María Ángela Holguín, sobrina bisnieta del presidente que dispuso caprichosamente de aquel tesoro para regalárselo a España.
Desde hace un tiempo ha sido común el pulso diplomático entre países por la devolución de recursos del patrimonio. Pero normalmente estas negociaciones obedecen a reclamos por saqueos, robos o apropiaciones indebidas en invasiones o misiones científicas; pocas veces, como en el caso colombiano, se ha acudido a estas instancias por culpa de la arbitraria generosidad de un primer mandatario con otra nación.
La negociación promete ser compleja. El reclamo a España por los valiosos objetos quimbayas coincide con los tiempos en que el gobierno colombiano, como un guaquero codicioso, se aferra a las riquezas que promete el histórico naufragio del galeón San José, empresa en la que se ha descartado la participación de cualquier país, y de la misma nación española.
javierortizcass@yahoo.com
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