Vandalismo gringo
Para Trump no reconocer su derrota es un elemento de su estrategia maquiavélica para mantener unido a sus seguidores de bajo nivel cultural y patanes como él.
Como si se tratara de una república bananera, como ellos nos llaman, un grupo de vándalos seguidores del presidente Trump irrumpieron la semana anterior en el Capitolio de ese país, en un acto grotesco auspiciado por el primer presidente de los Estados Unidos que en 28 años pierde la reelección, derrota que tiene su razón de ser en varios factores que le permitieron a su contendor convencer a un elector cansado de tanta patanería, como si estuvieran en la triste época de la esclavitud narrada por Harriet Beecher Stowe, en su novela “La cabaña del tío Tom”.
El país del faro de la libertad y de la justicia transparente e implacable, quedó vuelto una hojarasca por los vándalos seguidores de un presidente que no aceptó su derrota política y que no conoce la humildad. Es el típico niño pechichón, altanero y malcriado de esa época de la esclavitud que cuando un niño blanco lloraba, castigaban con fuete al pobre niño negro hijo del esclavo.
Vale la pena recordar algunos hechos que contribuyeron a su derrota: casi 400.000 muertos por causa de l a Covid-19 debido a su mala gestión frente a la pandemia, la muerte de George Floyd, un negro indefenso que fue asesinado por un policía blanco en Minneapolis ante la mirada complaciente de sus compañeros y que causó una ola de indignación mundial, así como su desprecio sobre los efectos del cambio climático y su patanería frente a la prensa.
Para Trump no reconocer su derrota es un elemento de su estrategia maquiavélica para mantener unido a sus seguidores de bajo nivel cultural y patanes como él, y que lo siguen precisamente por su vulgaridad y grosería, utilizando la temible estrategia de Hitler en su propaganda nazi: fabricar una mentira, mencionarla mil veces hasta que poco a poco va tomando forma de verdad capaz de convencer al más dormido.
Lo que no advirtió Trump es que ese juego le salió mal porque su inhabilidad ya viene en camino, ya sea porque le apliquen la enmienda 25 de la Constitución de ese país, o porque un juez o tribunal lo llame a responder por la muerte de cuatro personas durante el asalto al Capitolio y la insubordinación que se produjo ese día cuyas noticias le dieron la vuelta al mundo. La solicitud de la enmienda 25 fue presentada por su enemiga, la presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, quien debe estar bailando en un solo pie ante semejante oportunidad de cobrarle todas las groserías que recibió de este presidente.
Y si sale bien librado de esas investigaciones, le toca enfrentarse a Kamala Harris, la primera mujer vicepresidenta quien con su inteligencia, humildad y carisma le daría una histórica paliza que lo deje con los pelos como gallina matada a escobazos.
Pero, ¿qué enseñanza nos deja este episodio del señor Trump? Tres cosas: que en política los errores se pagan bien caros, que la humildad pesa más que la vulgar prepotencia y que en todas las latitudes del planeta hay imbéciles que siguen a cualquier Calígula.
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