
¿Trampas a la democracia?
En las otras, unos trabajan para el más vivo, como idiotas útiles, cargando ladrillos para construir una escalera que lo lleva a la cima, y cuando ya está arriba le da una patada para que el de abajo no suba. Es la ley del más avispado en esta telaraña del mundo político, lleno de intrigas, chismes, codazos y traiciones, que algunos equivocadamente llaman maquiavelismo.
A voces de lo indicado en el artículo primero de nuestra Constitución Política, Colombia es un Estado social de derecho organizado en forma de República democrática, participativa y pluralista. Como sistema de gobierno, la democracia es la organización social cuya titularidad del poder está en cabeza del ciudadano. Es tal vez lo mejorcito, pues no hay sistema de gobierno perfecto. Rousseau la calificaba como el gobierno directo del pueblo. Sin embargo, filósofos importantes como Platón, hace más de 2.000 años, la cuestionaban. Al respecto, Javier Carbajal, en documento publicado en Noticieros Televisa.com, expresaba lo que dijo el maestro de Atenas contra la democracia, como si estuviera hoy en Colombia:
1.La opinión pública es una pésima reclutadora de gobernantes.
2.La democracia favorece a los malos liderazgos.
3.Las libertades democráticas son cuna de rebeldía ciudadana.
4.La democracia fallida cede su lugar a la tiranía.
Dentro de este contexto, el sistema electoral colombiano establece la representación política con unas reglas del juego que se conecta a través del voto popular, definido en los términos del artículo 258 superior y que la Corte Constitucional lo precisa en la tutela T-603 de 2005, así: el voto supone la intervención de todos los ciudadanos en las decisiones públicas que se sometan a votación, con los objetivos, entre otros, de configurar las instituciones estatales, formar la voluntad política, y mantener el sistema democrático, a través de decisiones legítimas y vinculantes que resultan necesarias para su sostenimiento”.
En este sentido, la conformación de las listas de candidatos para ejercer el derecho al voto, abiertas o cerradas, tienen algunos aspectos que vale la pena comentar. Por ejemplo, una lista cerrada es una manipulación al elector pues éste carece de capacidad para determinar quién será su representante en la contienda política, pudiendo elegir a unos candidatos indeseables o permitiendo el acceso de algunos “petardos” que no tienen el apoyo popular y donde los de abajo actúan como hormigas arrieras en favor del candidato elegido o privilegiado. Aquí, en algunos casos, se pactan compromisos verbales que por lo general no se cumplen.
En cambio, en las listas abiertas, el votante puede escoger no sólo el partido o movimiento político, sino también a su candidato favorito. Gana el que más trabaja, el que mejor perfil ofrece y el que más votos obtenga en la lucha electoral con votos de carne y hueso depositados en las urnas. La democracia se ve y se siente, pues el efecto del voto es más directo.
En las otras, unos trabajan para el más vivo, como idiotas útiles, cargando ladrillos para construir una escalera que lo lleva a la cima, y cuando ya está arriba le da una patada para que el de abajo no suba. Es la ley del más avispado en esta telaraña del mundo político, lleno de intrigas, chismes, codazos y traiciones, que algunos equivocadamente llaman maquiavelismo.
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