La educación nacional, a pesar de los esfuerzos en mejoramiento de su calidad, carece hoy –entre otros males- de la calidad suficiente para impactar asertivamente las necesidades de la sociedad colombiana. Los resultados de aprendizaje que se desarrollan y se evalúan en los estudiantes no parecen ser los relevantes para transformar la realidad nacional de forma definitiva.
La descontextualización de la enseñanza replantea las bases mismas del sentido de la educación- en un país donde la pobreza aumenta- esta debería ser el camino más idóneo para eliminarla o al menos para mitigarla. El ejercicio educativo reclama hoy superar el aula de clase como único espacio de aprendizaje para hacer del “afuera” un laboratorio permanente de análisis de las diferentes problemáticas de la realidad.
Es allí, donde se construyen las competencias del hacer profesional responsable, articulado con las necesidades propias del medio. Es necesario propender por una formación de contexto. Así las cosas, la infraestructura física se relativiza y se amplían los espacios de aprendizaje con costo mínimo y con mayor potencial de impacto tanto social como académico.
La apropiación del contexto como espacio de aprendizaje no solo permite confrontar la teoría con la práctica, sino que permite elevar la sensibilidad social de los estudiantes y transformar realidades concretas en aras de su bienestar. Estos escenarios del ejercicio educativo permiten convertir a los educandos en agentes sociales de cambio, que es en realidad la verdadera función que debe prestar el sistema educativo en general.
Otra de las dimensiones a considerar en la dinámica educativa actual, por ejemplo, son los aspectos tecnológicos tan necesarios, pero tan deficientes en la creación de una capacidad autónoma de desarrollo, además de la ingenuidad de pensar que la tecnología hará por sí misma el milagro educativo.
El sentido transformador de la educación no es sólo instrumental sino esencial en la medida en la que no solo enfrenta al estudiante con la apropiación del conocimiento sino con la realidad social y humana que le es propia y que comparte con los demás. Así, las carencias del sistema educativo no son solo de recursos económicos, técnicos, tecnológicos o de atraso científico investigativo, lo son también de retardo educativo, de elitización del conocimiento y de carencia de resultados de aprendizaje efectivos y con valor transformador de aquellas realidades indeseadas que nos aquejan.
Así, uno de los problemas de la educación colombiana es la necesidad de mostrar incrementos en los indicadores tradicionales en los que el país puede medirse en su misión educadora. El esfuerzo más evidente es la cobertura educativa. Sin embargo, este incremento ha ido acompañado de otros aspectos a la baja como la calidad, panorama que pone de manifiesto la expansión de un problema más que la ampliación de un beneficio.
Por lo general, se obvia la medición de impactos educativos en términos de factores de cambio social, económico o de condiciones de vida que resalten algún valor agregado y significativo para la sociedad en términos de desarrollo y bienestar. De esta manera, los retos de la educación en Colombia son amplios, variados y requieren de un compromiso no solo estatal cuyo alcance trascienda lo meramente instruccional, disciplinar y llegue a lo social y humano de forma más contundente.
*Rector general de la Fundación Universitaria San Martín