El Heraldo
Opinión

Vil pretensión

¡Los pájaros tirándole a la escopeta! Es vil la pretensión de Electricaribe de cobrar a nuestros municipios, a nosotros, unas supuestas cuentas, de un pésimo servicio, cuando esa empresa y numerosos directivos de la misma, antes y hoy, le deben a los municipios y a los ciudadanos toda la plata del mundo. ¡Qué atrevidos y cínicos! El robo es el servicio que impunemente no prestan, pero cobran. Y ahora nos dicen que no cumplimos con nuestras obligaciones, cuando se trata de una sistemática, permanente y prolongada estafa contra todos.

Dejaron que se perdieran las redes de cobre, cobraron por décadas un servicio que no ofrecieron, se robaron vulgarmente la plata del Estado dirigida a subsidiar a los más necesitados y a todos les hicieron perder equipos eléctricos de primera necesidad como ventiladores, aires acondicionados, refrigeradores y lavadoras, y reservas de alimentos. Destruyeron sistemáticamente el capital instalado y de trabajo de pequeños comercios con la interrupción frecuente de energía, por horas, días y hasta semanas. Hicieron, han hecho y siguen haciendo insoportable la vida de nuestros habitantes. Son fuente de infelicidad, incomodidad y sufrimiento. Nunca respondieron por algo, y siguen saqueándonos.

Y como un mal no llega solo, cuando los sectores más frágiles protestan, ahí está la fuerza pública para contener y rechazar los reclamos; y todo sufragado con nuestros impuestos. Los gobernantes incompetentes y la representación política, “nunca vieron” la causa del problema; no les preocupó la suerte de nuestra población. Los políticos en particular veían en el catastrófico y costoso servicio de energía un argumento para hacer campañas electorales, prometiendo a incautos resolver el problema a cambio del voto. ¡Qué mentirosos! Nuestros gobernantes son una calamidad política absoluta. Y se suma otro mal, que es la existencia de una élite o clase dirigente ausente, cómplice por omisión o por permisividad. Esta clase, no solo los políticos, sino todos quienes hacen parte de ella, se plegó a unos vulgares negociantes de grandes supermercados con monopolio y tentáculos territoriales y sectoriales, que tienen el control de la vida social de la mayoría y la subsidiaridad de unas minorías privilegiadas y mezquinas.

Se echa de menos la acción de la dirigencia regional para la solución del problema. Esta ha actuado muy poco, guardado silencio o mirado para otro lado. Ella no solo es la principal responsable de este desastre sino que, cuando se le ocurre pensar en el problema, su iniciativa se reduce a buscar que el gobierno nacional nos salve; cuando el problema es nuestro. Nuestra vida habrá cambiado cuando entendamos que nuestros problemas los resolvemos nosotros con valor civil y no esperando e implorando que venga alguien a sustituir nuestra incompetencia y pasmosa desidia. Electricaribe ha sido sinónimo de corrupción, mala gerencia y silencio cómplice de nuestra clase gobernante: son una verdadera vergüenza. Tanto Electricaribe como quienes permitieron esta debacle deberían callarse, pues han frenado el desarrollo regional. En el Caribe hay más ciudadanía que élites. La cultura regional no solo es un patrimonio, también es un gran capital político dilapidado sin pena alguna.

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