A partir de hoy no volveremos a ser iguales. Si teníamos alguna vacilación frente a la incertidumbre en la que vive la humanidad, de cada uno, de nosotros, hoy no nos cabe la menor duda que somos vulnerables, pasajeros y que toda nuestra arrogancia en la sociedad, con los demás, con todos los seres vivos, con el planeta y con el universo, hoy está cuestionada. Sea esta la oportunidad para que nos reconciliemos con nosotros mismos y para que nos demos un espacio para depurar el cerebro.
Nos va quedando claro que lo importante es la vida y no la economía. Por más difícil que vayan a ser las próximas semanas, hoy nos importa saber el precio de la vida; y que para atender el descalabro de la economía, que será casi irreversible, tendremos el tiempo y la oportunidad de hacerlo, si sobrevivimos, al contrario no, nunca. No podemos preocuparnos y aceptar o validar que debemos salvar la economía y la riqueza de unos pocos a costa de la vida y el bienestar de miles, cientos de miles o millones de personas, para que el negocio continúe. En todo caso la economía no será nada si se salva a costa de los pueblos, pues ella también se hundirá en su momento.
Así pues, la mezquindad del sector financiero, el cual siempre hemos salvado y enriquecido entre todos, no tiene explicación ni legitimidad. Las medidas anunciadas por él, bajo el supuesto de solidaridad, son tristes y miserables, como el cobrar “solamente” los interés de los préstamos a sus deudores, bajo un supuesto ofrecimiento de postergar los pagos (abonos) al capital de las cuotas hipotecarias y trasladarlas para prolongar los plazos de las deudas; y por esa vía, aprovechando la situación catastrófica que vive la humanidad, continuar esquilmando económicamente a sus clientes. Es decir, en medio del desastre no solo no son solidarios sino que buscan hacer su agosto, cual vulgar pirámide, en donde ellos y solo ellos ganan. Y ese es justamente su mezquino negocio.
Pero la otra cara de la moneda, la de la solidaridad sincera y desprendida, la dan los médicos, enfermeros y personal del sistema de salud, que arriesgan su salud y vida por los demás, a cambio de unos salarios de miseria y para hacer funcionar un sistema de salud precario dado que se privatizó para hacerle un favor y un regalo a grupos de interés minoritarios y privilegiados, y en algunos casos de verdaderos delincuentes. A todo el personal de salud, mil y mil gracias; quedamos inmensamente agradecidos y nunca podremos devolver el servicio que nos brindan. Deberíamos comprometernos en que tan nobles profesiones sean mejor reconocidas y respetadas social y materialmente.
De esto saldremos juntos, y le daremos el valor a ese beso, a ese abrazo y a esa mano extendida de quien te quiere. Este virus nos hará mejores, porque nos hará iniciar todo desde cero. Pero por ahora, solo por ahora, no nos agarremos de la mano. Pero estoy convencido que muy pronto, “juntos, podremos llegar a donde jamás hemos ido”: José Luis Rodríguez.
Recordemos ayudar a quienes menos tienen y son más vulnerables en esta situación.
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