Tú, yo, las aplicaciones, el mundo
Las aplicaciones son un escenario infinito de sorpresas, en el que se presentan los personajes de la manera que más le convenga para atraer más perfiles y de repente regalarle placebos al ego o activar la adrenalina emocional, sabemos que pueden escoger la orilla de las mentiras o el de la verdad para presentarse como el mejor producto humano en el mundo virtual y lograr conexiones, las cuales, podrán permanecer o esfumarse con la sigilosa astucia de lo efímero.
Las aplicaciones cada vez ganan más protagonismo en el relacionamiento de las personas, los motivos pueden ser por la pandemia, la soledad o la falta de tiempo; se escuchan historias de amores bonitos que se cruzan en tinder, amistades que se encuentran en – happn- o en cualquier aplicación que permita activar nuevas conexiones; lastimosamente también hay historias fatales como la que reportaron en las noticias esta semana, sobre la mujer colombiana que viajó a Barcelona a encontrarse con su pareja y unos días después la encontraron muerta y con signos de tortura que informaban que no fue una muerte natural.
Las aplicaciones son un escenario infinito de sorpresas, en el que se presentan los personajes de la manera que más le convenga para atraer más perfiles y de repente regalarle placebos al ego o activar la adrenalina emocional, sabemos que pueden escoger la orilla de las mentiras o la de la verdad para presentarse como el mejor producto humano en el mundo virtual y lograr conexiones, las cuales, podrán permanecer o esfumarse con la sigilosa astucia de lo efímero.
Esta columna toma un rumbo diferente a las anteriores, pues les quiero compartir una experiencia con la bella intención de aportar a quienes me lean. Como mujer feminista que soy y que día a día observa realidades de violencias contra las mujeres y las niñas, es natural que conviva con imaginarios de desconfianza, que pueden rayar con la paranoia; por ello, no es atractivo para mi hacer parte de ninguna aplicación y en realidad no lo considero necesario, además me cuesta creerle a la pantalla de un celular, con perfiles creados desde la – seudoperfección- así como también pienso en todas las mujeres que han sido víctimas de ese mundo que puede ser sorpresivamente bueno o peligroso; pero incluso con todo esto que menciono, no niego la posibilidad de que en las aplicaciones se pueden encontrar personas valiosas con las cuales se puede conectar y tejer amistades o amores que nutran el alma.
En esa dinámica de flexibilización, que inevitablemente se activa en espíritus creyentes de las buenas cosas como el mío, acepté el reto terapéutico de abrirme a estar una semana en alguna aplicación y darme la oportunidad de dialogar, observar, reírme, divertirme, aprender o desaprender con todo lo que me pudiera encontrar en la plataforma, era solo una semana y (según yo) todo seguiría igual; mi vida trascurriría entre mis múltiples actividades, ausentándome por supuesto de momentos sociales/personales en razón a la cotidiana falta de tiempo; pues acá viene el gran aprendizaje, porque cuando se abre una puerta, se encuentran nuevas cosas, nada sigue igual y menos cuando eres sensible a interpretar las señales de la vida y no pasas por ellas haciéndote la indiferente. Conocí a alguien que sin necesidad de darle un nombre, bautizarle con un rol (pareja, amistad o complicidad) ha llegado a confrontarme, alegrarme, enseñarme y recordarme que el tiempo de calidad para activar nuestro ser – sentipensante – vivir las emociones, bailar, caminar en la playa, tomar unos buenos cocteles o compartir rutas mientras escuchamos música, siempre será perfecto y necesario, porque hace parte del amor propio y de reconocer que lo único real es el – aquí y el ahora – hoy agradezco públicamente a esa sintonía AM-FM que ha venido a revolucionar mis monotonías (en tiempos de duelo) y a propiciar las locuras mías; estas letras son una invitación a amarnos y a valorar cada partícula de tiempo que tenemos para respirar y cada motivo de felicidad que evitemos aplazar. Recuerden la gratitud es la memoria del corazón, esta vez mis gracias son a la Giposada.
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