Responsabilidad afectiva: un desafío casi sobrenatural
En estos días de viaje por el mundo y por mi mundo interior reflexiono respecto a mis rutinarias practicas de irresponsabilidad afectiva donde mis cierres de amores eran traumáticos, con algunas amistades a la fecha estoy segura de que no sabemos ni porque no nos hablamos, que mi más reciente relación de pareja terminó por la incapacidad de manejar los pequeños problemas con diálogos respetuosos hasta volverlos un conflicto con mínimas esperanzas de solución.
En este tiempo de viajes, aprendizajes, conmociones y sorpresas al recorrer más de 10 países cada uno con su historia, con su magia o su dolor, reflexiono respecto a la responsabilidad afectiva que tenemos hacia nuestro propio Ser y luego hacia nuestra red de afectos; cuantas emociones desbordadas y alimentadas por el orgullo, la rabia o el dolor nos llevan a enfermarnos mental y físicamente, pero seguimos jugando a estar bien y nos negamos a tomar consciencia de nuestro YO espiritual, YO piel y YO amor.
Acumulamos tantas cosas que luego se convierten en cáncer, hipertensión, depresión, ansiedad, diabetes o cualquier enfermedad que informa el colapso que somos, se nos hace más fácil pelear que conciliar, sentir rencor que perdonar, irrespetar que amar, no solo al mundo sino a nosotras mismas, tenemos tantas fisuras históricas de violencias que se nos hace difícil tener responsabilidad afectiva, dialogar, afrontar, amar.
Es que nuestras historias por más lejanas que sean las culturas siempre tienen rastros de violencias o desigualdades, sea en Alemania, Dinamarca, Emiratos Árabes, Noruega o donde sea hay siempre una historia de dolores propios de la irresponsabilidad afectiva que ejercemos, de esa maratón contra nosotros mismos y los demás, del dolor que perturba, de cuando hacemos de una relación de pareja una competencia de poderes, que cuando amamos lo confundimos con invadir, atropellar y lastimar, que entre amigos pasa lo mismo, en nuestras familias la cosa no cambia y normalizamos formas dañinas de relacionarnos, preferimos a veces huir, tomar distancia o abandonar a alguien sin tener el valor de cerrar bien los procesos, de repente cualquier día se nos pasa la rabia y queremos volver como si esa persona tuviera el deber de soportar nuestros actos egoístas, así nos pasamos la vida llamando – amor – a lo que se distancia de él, idealizando modelos utópicos de amar, que enseñan más la perfección que la realidad.
La responsabilidad afectiva va desde cerrar sanamente relaciones que atormentan y que cumplen su ciclo de enseñanza, de prevenir enfermedades mentales y físicas despejando el espíritu para hacerlo libre de rencores, traumas e idealizaciones.
En estos días de viaje por el mundo y por mi mundo interior reflexiono respecto a mis rutinarias practicas de irresponsabilidad afectiva donde mis cierres de amores eran traumáticos, con algunas amistades a la fecha estoy segura de que no sabemos ni porque no nos hablamos, que mi más reciente relación de pareja terminó por la incapacidad de manejar los pequeños problemas con diálogos respetuosos hasta volverlos un conflicto con mínimas esperanzas de solución.
Hoy llena de reflexiones amorosas hacia mi ser y combatiendo esa pésima costumbre de autoflagelarme puedo afirmar que este tiempo de experiencias tan agitadas, de viajes llenos de adrenalina y desafíos que deconstruyen bonitamente mi autoexigencia de “perfeccionismo”, me lleva a reflexionar cuantas guerras se pudieron evitar solo por el hecho de reposar las emociones y activar la corresponsabilidad afectiva de las partes involucradas y hablo desde lo político, religioso, económico, académico, social o cultural, el mundo entero tuviera historias diferentes, cada persona tuviera historias menos dramáticas que contar, porque aunque nos enseñen que el amor es sufrido, la vida tiene que ser luchada y todo es complejo, si cambiamos nuestra forma de mirar el mundo descubrimos que el poder de sanar, lograr, conquistar, lo tenemos dentro y que podemos cambiar nuestra realidad, lograr presentes libres, felices y livianos de vivir activando la consciencia de nuestro ser y en ello tiene que ver mucho la responsabilidad afectiva. Respiremos y despidamos las formas dañinas de amarnos, de amar, de relacionarnos. Que la responsabilidad afectiva no sea una utopía para nuestras vidas. Cierro con esta declaratoria para mi existencia, me doy el perdón, me permito el amor y libero fantasmas.
Más Columnas de Opinión
¡Afinia nos tiene locos¡
Uno de los problemas más grandes que está afectado a los habitantes de la región caribe es el alto costo de los servicios públicos domiciliarios especialmente el servicio de energía. Desde hace muchos años la costa caribe ha recibido un serv
La Salud entre líos
Aunque los profesionales de la salud, tengamos como principios fundamentales, el de proporcionar nuestros conocimientos, voluntad, deseos, y en general permanecemos con todas nuestras fuerzas, puestas al servicio de las comunidades y personas, de
¿Qué hacer con las tarifas de energía en la región Caribe?
Las altas tarifas de la energía en el Caribe son un problema social. La afirmación de que mes a mes cientos de miles de familias comen o pagan la luz no es lejana de la realidad. El recibo se puede llevar la cuarta parte de los ingresos de las f
La Bestia – El temor a amar
La última película del aclamado director Bertrand Bonello (Saint Lorent, Nocturama) incursiona en el género de ciencia ficción mientras explora las complejas relaciones de pareja a través de un romance que trasciende distintas épocas histór