El Heraldo
Opinión

Eso es normal

La pérdida. Domingo 4 de marzo en la mañana. Hago unas compras rápidas en Homecenter, pago con cierta prisa porque quiero llegar temprano al Morro. En el carrito de compras está mi mochila con todo: papeles, celular, llaves, entre otras cosas. Llego al carro, descargo lo comprado y salgo del parqueadero. Luego de recorrer algunos kilómetros de la carretera me doy cuenta de que no tengo la mochila, debió quedarse en el carrito, me dije. Me regreso a toda prisa a buscarla. El pánico es total, ya sabemos lo que significa en Colombia perder los papeles: una pesadilla.

La búsqueda. Rápidamente llego al parqueadero donde había estacionado antes, ni sombra de la mochila. Pregunto a los vigilantes, al chico que recoge los carritos, averiguo en el Servicio al Cliente del almacén: nada. Nadie vio nada, nadie sabe nada. Me doy cuenta de que hay varias cámaras de vigilancia en el sitio, busco al jefe de seguridad a ver si me dan una pista. Efectivamente, todo está allí: salgo del almacén con el carrito de compras, ahí está la mochila. Llego al carro, guardo la compra, me subo y arranco; puedo ver nítidamente la placa de mi carro al salir. También veo que apenas salgo llega otro carro y se estaciona en el sitio que he dejado libre, salen dos o tres personas, algo hacen alrededor del carro, vuelven a subirse y se cambian de sitio, lejos de donde habían estacionado inicialmente. Podemos ver la placa del carro y le pregunto al señor de seguridad que al parecer ellos han tomado la mochila. “No, esa información no se la puedo dar sino con una orden judicial, vaya y ponga una denuncia y luego hablamos”, me dijo. Vuelvo a la oficina de Servicio al Cliente para que registren el incidente. No, tampoco lo pueden hacer, sucedió fuera del almacén y alguien externo se llevó la mochila, el almacén no tuvo nada que ver.

La denuncia. El mismo domingo en las oficinas de la Sijín. Luego de esperar casi una hora le cuento el incidente al patrullero que me debe recibir la denuncia. “No, qué pena, no se la puedo recibir. No puedo reportar eso como un delito, es un descuido suyo que dejó la mochila mal puesta y alguien se la encontró y se la llevó, la culpa es suya que “dio papaya” porque eso es normal, es lo que haría cualquier persona, hasta usted o yo”, respondió. “¿Cómo así?”, le digo. “Imagínese que nos encontramos un billete de cincuenta mil en la calle, ¿qué haríamos?”, anoté.

Y el patrullero me respondió que esto es distinto, que pudieron haber entregado la mochila al vigilante o al almacén, “se llevaron algo que no era suyo, se lo robaron”. Hasta ahí la discusión, ni denuncia, ni orden para revisar las cámaras de Homecenter, ni nada. La culpa fue mía y punto.

Cierre. A estas alturas de la historia la mayoría de los lectores estará pensando lo mismo, que “di papaya” y que es “normal” que se hayan llevado mi mochila en lugar de haberla devuelto cuando la encontraron.

Pero…, un momentico, ¿cómo así que todo esto es normal? ¿Cómo así que es normal que alguien se apropie de lo que no es suyo porque lo encontró mal puesto? ¿Cómo así que la víctima del delito es responsable porque provocó al delincuente con su descuido? ¿Cómo así que la misma autoridad te señala como tal porque “diste papaya”, usando el mismo argumento que responsabiliza a las mujeres violadas o abusadas por provocar al violador? Parece que en este caso lo verdaderamente extraordinario hubiera sido que quienes se encontraron la mochila en el mencionado parqueadero la hubieran entregado al almacén o al vigilante, como sucedería en cualquier sociedad con un mínimo de respeto por lo ajeno. Hasta los medios lo habrían registrado como el gran acontecimiento.

Son los signos de los tiempos, pienso, de los tiempos de los más vivos, de los más deshonestos, de los más corruptos. ¿Pero es que acaso no son esos los mensajes que día a día estamos recibiendo por todos los frentes? Gobierno, políticos, magistrados, empresarios, banqueros y un largo etcétera. ¿Qué esperamos?

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