Comenzaré con una obviedad: la implementación del acuerdo con las Farc puede salir bien o puede salir mal. Añadiré otra: las elecciones presidenciales de 2018 las ganará alguien afín al ‘Sí’ en el pasado plebiscito o alguien afín al ‘No’. Pero de esas obviedades paralelas surge un panorama asimétrico para los candidatos en contienda. No será lo mismo ganar desde el ‘Sí’ que desde el ‘No’.

Analicemos los cuatro escenarios posibles. Una victoria de un candidato del ‘Sí’ puede ir acompañada de una implementación bien hecha o mal hecha. Las mismas dos posibilidades existen del otro lado.

Si gana alguien del ‘Sí’ y la implementación sale bien –en todos sus aspectos–, el próximo presidente cosechará aplausos de medio país y los artífices del acuerdo recibirán el crédito por haber hecho un buen trabajo. Los del ‘No’ tendrán que buscar otras cosas que criticar.

En cambio, si gana un candidato del ‘Sí’ y la implementación comienza a descarrilarse, este siempre podrá acusar a la oposición de sabotear el proceso. Jamás admitirá que la arquitectura original del acuerdo hubiera podido quedar mal; será más sencillo y ventajoso culpar a la ‘ultraderecha’.

Si gana alguien del ‘No’ y la implementación sale bien, el crédito seguirá siendo para Santos y los negociadores de La Habana. Se dirá que ¡cómo habrá quedado de bien armado el acuerdo que ni siquiera un gobierno del ‘No’ lo pudo desbaratar!

Pero si gana un representante del ‘No’ y la implementación se sale de control, medio país responsabilizará a su gobierno de haber desperdiciado la oportunidad de alcanzar la paz. Tanto el centro como la izquierda culparán a la derecha de haberse tirado el proceso.

En síntesis, en todos los escenarios el ‘Sí’ sale mejor librado que el ‘No’. Si las cosas salen bien, el ‘Sí’, esté o no en el poder, se llevará el crédito. Si salen mal, el ‘No’, desde la Presidencia o la oposición, cargará con la culpa.

Lo que lleva a una conclusión paradójica. Aun insistiendo en los ajustes que deben hacérsele al proceso –justificados, en mi opinión–, el candidato o candidata del ‘No’ a la Presidencia debe defender, desde la campaña, una correcta implementación del acuerdo. Es la única manera de salvarse de ser el villano de la película.

¿Cómo se logra eso? Primero, apretándole las tuercas a la JEP para evitar que quien sea culpable de delitos atroces pueda ocupar cargos públicos sin haber cumplido una pena, atenuada, sí, pero ajustada a los crímenes cometidos.

Segundo, exhibiendo clemencia y generosidad hacia los guerrilleros rasos. La implementación del acuerdo debe hacerse bien sobre todo por ellos, la mayoría de los cuales entraron a la guerra a la fuerza. Tercero, garantizando que las víctimas conozcan la verdad. Es lo mínimo. No ‘responsabilidades colectivas’, ni peticiones genéricas de perdón, sino la verdad individual sobre lo que les pasó a sus seres queridos. Me abstengo de decir ‘verdad y reparación’ porque cuando se trata de pérdidas humanas, estas son irreparables.

No he escuchado a nadie del ‘Sí’ proponiendo el enfoque anterior. Por eso –segunda paradoja– la única reconciliación posible dependerá de que algún candidato del ‘No’ se comprometa a implementar el acuerdo de manera eficiente, ecuánime y orientada a las víctimas.

@tways / ca@thierryw.net