El suicidio de Álex Robles de 17 años, quien se lanzó desde el piso 48 de la Torre Colpatria de Bogotá, generó conmoción entre sus familiares y amigos, porque, según ellos, el joven no había mostrado señales de querer quitarse la vida.

La desaparición de Laura González y Laura Melo, de 16 años, quienes salieron de sus casas en Madrid (Cundinamarca) y en Bogotá, por sus propios medios, según sus padres; desencadenó todo tipo de preocupantes conjeturas. Incluso se llegó a considerar que podrían haber sido víctimas de un reto viral conocido como el ‘Momo’.

Pero no, las jovencitas dijeron tras ser encontradas por la Policía en Guatapé, en Antioquia, que habían viajado a conocer la turística piedra del Peñol.

La fatal decisión de Álex y la escapada de las Lauras nos llaman a un amplio debate sobre la vulnerabilidad emocional de nuestros adolescentes. Es un error reducir el tema a frases simplistas como “le faltó chancleta a esos pelaos”. Cuidado, eso solo revela nuestra incapacidad de abordar el tema con el rigor que merece.

¿Qué pasa con nuestros menores? Yo les comparto mi reflexión: los niños y jóvenes se sienten solos.

En Bogotá funciona, desde hace 20 años, la línea 106. Un espacio de comunicación que busca garantizar la salud mental de niñas, niños y adolescentes de la ciudad, ofreciéndoles atención las 24 horas de los 7 días de la semana. Recibe más de 20 mil llamadas al año, la mitad de menores que dicen estar solos en sus casas y quieren charlar con alguien para que les ayude a hacer sus tareas o porque necesitan escuchar a otra persona.

Tristemente la soledad se ha convertido en una mala compañía de nuestros niños y jóvenes. Así lo confirmó un estudio del Ministerio de Salud, Colciencias y la Universidad Javeriana de Bogotá revelado este año, según el cual la falta de atención de los adultos, especialmente de los padres, está generando crecientes casos de depresión infantil en todo el país.

La investigación advierte que, por la soledad en la que viven, el 10% de los niños colombianos tiene hoy enormes dificultades para comunicar sus problemas habituales; 5 de cada 10 sufren de fobia social, miedo a estar con otros y no cuentan con expresividad afectiva para relacionarse con los demás.

Desolados como están, los niños llenan sus vacíos “refugiándose” en Internet y terminan aislándose más. Estamos frente a una generación, dicen los sicólogos infantiles, de personas inseguras, ansiosas, que quieren todo de manera inmediata. Asumen conductas de riesgo y pueden caer en el consumo y abuso de cigarrillos, alcohol y todo tipo de drogas a edades cada vez más tempranas.

Un niño deprimido, y sin atención adecuada, es un niño sin futuro. ¿Es lo que queremos para nuestros hijos? Reaccionemos. Es momento de generar conciencia y de trabajar unidos como familia, como sociedad, como nación, para ponerle freno a este drama de los niños solos y ofrecerles todo el apoyo emocional que requieren: lo están pidiendo a gritos aunque de sus labios no salga una palabra.