P.: ¿De dónde viene la palabra piropo? Mirta Bueno B., B/quilla
R.: En griego, el rubí era pyrōpós, de pŷr ‘fuego’ y de óps ‘ojo o aspecto’, es decir, ‘ojo o aspecto de fuego’. El vocablo pasó al latín como pyrōpus, con el sentido de ‘mineral o cobre de color rojo intenso o rojo brillante’. Por eso, en la primera mitad del siglo XIX, sobre todo en textos y poemas, malos y retóricos, piropo empezó a usarse como símbolo de lo brillante, y luego pasó a ser lisonja o requiebro masculino para destacar el brillo o el atractivo de una mujer, comúnmente con gentil exageración. Una variante, quizá una leyenda no exenta de gracia, dice que antiguamente, al oír ciertos halagos, muchas mujeres, pudorosas, enrojecían tanto que sus cachetes parecían rubíes u ojos de fuego, es decir, semejaban pyrōpus, por lo cual la palabra piropo se asoció con el galanteo dirigido a una mujer y, en el transcurso del tiempo, con el reconocimiento de las cualidades de cualquier persona.
P.: ¿Por qué en Colombia se les dice chivas a los buses? Graciela Potes, B/quilla
R.: Hasta hace unas décadas, chiva se usaba masivamente en la Costa para referirse a los buses de transporte urbano. Hoy, sobre todo en Antioquia y el sur del país, se usa para mencionar a los de transporte intermunicipal, en especial a los llamados buses escalera, coloridos, con cabinas de madera y gran plasticidad. En el Lexicón de colombianismos, Alario Di Filippo cita a los sacerdotes Revollo y Tobón Betancourt, que escribieron que la voz proviene del sonido del pito de esos viejos buses o del de los primeros automóviles Ford, que semejaban el balido de las cabras. Enseguida, en una opinión que me luce forzada, Alario agrega que él creía que emanaba “del hecho de que a causa del mal estado de las calles en Barranquilla, los buses saltaban mucho y el pueblo entonces los bautizó con este nombre por alusión a los brincos de la chiva”.
P.: Leí que pontífice es el que hace puentes, y que el Sumo Pontífice, el Papa, es el puente entre Dios y los hombres. Adela H. Ruiz, B/quilla
R.: Decir que el Papa es el puente entre Dios y los hombres es una lectura etimológica muy difundida, pero ligera. En efecto, en latín existen pontis ‘puente’ y el verbo facere ‘hacer’, que nos dan ‘pontífice’ o ‘el que hace puentes’. Pero el pontífice que nos ocupa no viene de pontis y de facere, sino de Pontĭfex, que en la antigua Roma era un colegio sacerdotal, cuyos integrantes, además de lo religioso, se ocupaban de elaborar el calendario y determinar los días festivos, pues eran versados en astronomía, e intervenían en asuntos judiciales, ya que en Roma aún no existía la noción de un Derecho laico. Ese colegio tenía un jefe, el Pontifex Maximus, Pontífice Máximo, que, además, se encargaba del culto y de las ceremonias solemnes. Con el tiempo, el cristianismo llamó pontífice al Papa, cambió el adjetivo máximo por sumo, un equivalente, y empezó a referirse al Sumo Pontífice.
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